¿Qué se viene sin Catar?


Consecuencias que hay que atender y planes que debemos cumplir


Escribo esto después de nuestra frustrada clasificación al mundial de fútbol de Catar. Aún siento mucha pena por lo que pasó en la cancha, pero también estoy atento a lo que pueda venir en el corto plazo en términos sociales, políticos y económicos. Es muy probable que ocurran varias cosas, y al hacer esta afirmación no estoy jugando a ser adivino, solo uso evidencia local e internacional sobre lo que ha ocurrido en circunstancias similares en el pasado reciente. Esto es parte de lo que compilamos con Jaime Cordero y un maravilloso equipo de trabajo hace cuatro años en La fórmula del gol, secretos numéricos del deporte rey.

Para la primera advertencia probablemente sea un poco tarde. De todos modos, hay que estar muy atentos: la violencia doméstica. La combinación de decepción con consumo de alcohol es conducente a ella, ya lo sabemos, pero hay más. Un estudio hecho por investigadores del Centre for Economic Performance del London School of Economics and Political Science documenta información detallada que resulta muy útil: en Manchester, durante las dos horas alrededor de partidos de futbol del mundial, las denuncias de violencia descienden un poco, pero horas después de los partidos la violencia crece dramáticamente. Si el comportamiento de los hinchas peruanos se asemeja al de los ingleses, el martes por la mañana hemos debido haber visto un pico en las denuncias de violencia doméstica. Vale la pena estar atentos y monitorear esto de cerca.

Por otro lado, nuestra clase política debería estar preocupada. Antes del partido, en las redes sociales ya se podía leer varias opiniones acerca de la importancia de no descuidar lo político en momentos como este, independientemente del resultado en Doha. Ahora que tendremos menos distractores en los próximos meses es probable que volquemos nuestra atención a una mayor exigencia hacia nuestros líderes. Pero además de esos espacios mentales y de los focos de atención, existe un vínculo directo entre el desempeño de la selección de fútbol y la aprobación presidencial, que seguramente pasará por una sensación colectiva de optimismo perdido. Al comparar estudios de Ipsos en distintos periodos de las últimas décadas en América Latina pudimos documentar que la aprobación presidencial está muy ligada a los triunfos de la selección. En el Perú, un triunfo en fecha doble está vinculado a un alza en la aprobación presidencial por encima del margen de error (poco más de tres puntos porcentuales). ¿Cuánto podría caer tal aprobación después de esta derrota con tantas implicancias?

En lo económico también debemos esperar problemas. Se esperaba que una clasificación al mundial viniera con un shock positivo a la demanda, lo que hubiera implicado hasta cuatro trimestres con medio punto de crecimiento adicional. Eso es muchísimo dinero que hubiera podido servir para aliviar las presiones de millones de hogares. En anticipación a las oportunidades de negocio, muchos ya habían hecho sus inversiones: tela para la confección de camisetas, banderolas y hasta turbantes –recordemos que hace cuatro años la tela blanca se agotó por varias semanas–, trámites para las importaciones de electrodomésticos –hace cuatro años la demanda por televisores se triplicó en un semestre–, producción extra de cervezas y otras bebidas, y varios otros. Una clasificación al mundial iba a funcionar como un salvavidas para varios negocios afectados por la crisis del coronavirus, así como la clasificación de 2018 significó para algunos la recuperación frente a los impactos del Niño Costero. Eso se ha desvanecido en un contexto de crisis mundial. Las amenazas de inflación y recesión globales, que ya eran preocupantes, ahora pueden golpearnos más.  

Por último, lo que muchos esperan es volver a clasificar pronto a un mundial. Son varios los factores que pueden estar detrás de una clasificación, incluido el azar. ¿Cómo maximizar nuestras probabilidades, entonces? En términos financieros, hay que invertir en dos grades rubros: infraestructura (más y mejores espacios en todo el territorio nacional para la práctica deportiva, tanto recreativa como profesional) y capital humano (un ecosistema más meritocrático con oportunidades para todos, lo cual incluye mejor nutrición, salud y educación, sin importar el tamaño de la billetera de las familias). Pero también es importante hacer inversiones no financieras: institucionalidad (mejor dirigencia, mejores campeonatos locales en múltiples divisiones o ligas). La tarea no es sencilla, pero tiene que hacerse. La magia no existe, se cosecha lo que se siembra.

Es interesante que las mismas inversiones que nos permitirían maximizar nuestras probabilidades de ir a un mundial en el mediano plazo son las que necesitamos para resolver nuestros problemas de desarrollo. No es casualidad.

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