¿Perdemos el tiempo leyendo novelas?


Respuesta a una idea errada que se camufla en nuestra sociedad


El 23 de abril publiqué en mi cuenta de Twitter un mensaje a propósito del Día del Libro. Cualquier tuitero de la vieja guardia puede atestiguar que esta red social alguna vez fue un lugar amable y lúdico: de eso hace 10 o 15 años, una eternidad en tiempo digital. Ahora todo mensaje publicado allí será usado en tu contra o, por lo menos, criticado ácidamente, en medio de un clima general de crispación. Incluso cuando se trata de un tuit que celebraba la lectura.

En el mensaje recomendaba el libro que por entonces estaba leyendo y esta fue una de las respuestas que recibí, de una de esas miles de cuentas anónimas que pululan ahora: “En vez de leer weadas lee sobre ciencia, novelitas es solo perder tiempo” (sic). La biografía de este usuario me exoneró de cualquier interacción adicional: “Fujimorista, pinochetista, mileinista”, decía la descripción.

Aun así, el argumento me quedó dando vueltas: “Leer novelas es perder el tiempo”. No es la primera vez que me encuentro con algún comentario de este tipo, aunque mi mente ha bloqueado el recuerdo exacto de cuándo he escuchado o leído eso antes. Intuyo que debe ser una idea más difundida de lo que creemos, pues es común que los libros de no ficción sean los que encabecen la venta en las librerías y ferias del libro de la ciudad.

Es curioso que el disfrute de otras expresiones artísticas no genere la misma reacción. Nadie que esté observando una pintura en un museo recibirá el comentario de que deje de holgazanear y que mejor vaya a ver mapas. Tampoco sucedería que una persona que haga cola en el cine para ver la última película de Almodóvar reciba como crítica que mejor vaya a casa a ver un documental científico en Discovery Channel. 

Imagino que tiene que ver con que es mayor el tiempo y el esfuerzo intelectual que uno le dedica a la lectura de un libro que lo que ocurre ante el consumo de otros productos artísticos. Además de que la lectura (de cualquier cosa, no solo de novelas) es una actividad inusual en nuestro país, como nos recordó Dante Trujillo con estadística fresca en su artículo del viernes pasado.

Pero vayamos al tema de fondo: ¿es la lectura de novelas una pérdida de tiempo? 

Para empezar, no comparto el enfoque utilitarista que se esconde en la afirmación, la cual rechaza el ocio como un objetivo válido a la hora de decidir qué hacemos con nuestros días, o con lo que nos queda de ellos. Son tan pocas las horas en nuestro día que no están atadas a una lógica de productividad —ya sea de trabajo remunerado o no remunerado— que resulta desconcertante por qué se insiste en permearlas con una mirada de rígido inversionista. “Perder el tiempo” nos da placer, descanso, diversión, y suelen ser los espacios de nuestras vidas que más recordamos cuando nos invaden la nostalgia y pensamos en nuestro pasado. Es lo que paradójicamente conocemos como “los buenos tiempos”.

Pero incluso si dejamos que ese utilitarismo gobierne nuestra vida, esa idea de “pérdida de tiempo” está profundamente equivocada. Leer novelas es una gran inversión.

Este artículo publicado en Harvard Business Review, por ejemplo, señala que podría ayudar en tu empleabilidad y en tu posibilidad de crecimiento profesional. Señala que recientes investigaciones en neurociencia sugieren que la lectura de literatura ayuda a las personas a desarrollar empatía, pensamiento abstracto y pensamiento crítico, los cuales son muy apreciados por el mercado laboral. Cito un fragmento del artículo: “Cuando se trata de leer, puede que asumamos que leer para adquirir conocimientos es la mejor razón para coger un libro. Sin embargo, las investigaciones sugieren que leer ficción puede aportar beneficios mucho más importantes que la no ficción. Por ejemplo, la lectura de ficción predice una mayor agudeza social y una mayor capacidad para comprender las motivaciones de los demás. La lectura de libros de no ficción puede ser valiosa para adquirir conocimientos, pero no para desarrollar la inteligencia emocional, un objetivo mucho más difícil de alcanzar”. 

Incluso si tu objetivo es solo adquirir conocimientos, las novelas pueden ayudarte muchísimo. Pongo un ejemplo. El diario El Comercio, a través de su sección EC Data, publicó el domingo un completo informe sobre la violencia de género en el país, con cifras de espanto. Los números procesados y expuestos en este trabajo ayudan a entender la problemática, pero la lectura de libros como El invencible verano de Liliana, de Cristina Rivera Garza, o Chicas muertas, de Selva Almada, permite darle contexto, mayor profundidad y sentido a ese análisis cuantitativo, para comprender mejor las raíces y consecuencias de este horror.  

Incluso hay motivos de salud para leer novelas. Como nos lo recuerda un jugo antiguo de Gustavo Rodríguez, las investigaciones de un reconocido neurólogo muestran la importancia de la lectura de novelas para mejorar la memoria. Gustavo lo sintetiza bien: “Así como un escritor de novelas necesita disciplina y una memoria entrenada para que sus personajes y acciones tengan una blindada coherencia, sus lectores requieren hacer un ejercicio análogo para recordar los hechos que se plantean y sus consecuencias posteriores”.

Si con estos argumentos todavía no están convencidos, recurro a uno último, de la mano de nuestro Nobel Mario Vargas Llosa: leer novelas puede ser bueno para la democracia. Dejo que él lo explique: “Un buen lector es el ciudadano ideal de una sociedad democrática: nunca se conforma con aquello que tiene, siempre aspira a más o a cosas distintas de las que le ofrecen. Sin esos inconformes sería imposible el progreso verdadero, el que, además de enriquecer la vida material, aumenta la libertad y el abanico de elecciones para ajustar la vida propia a nuestros sueños, deseos e ilusiones”.

Los argumentos pueden continuar, pero creo que la idea ha quedado clara. Sobran los motivos para no perder el tiempo y buscar una buena novela. 


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3 comentarios

  1. Martín

    Interesante exposición de comentarios y argumentos.

    Me considero asiduo a la divulgación científica, y prefiero la literatura de no-ficción; sin embargo, es innegable que la ficción promueve un desarrollo cerebral importante. Dentro de todo, la neuro-plasticidad que poseemos requiere de ejercicios para fomentar la memoria y el pensamiento analógico, además de muchos otros circuitos neuronales menos entendidos (no por falta de estudio, sino por su complejidad).

    Como un ejemplo, en «Proust y la neurociencia» (J Lehrer, 2010) se listan reseñas de artistas, y su trabajo revolucionario, involucrando el empleo y desarrollo de las ciencias del cerebro y de la mente, con la intención de poner en manifiesto la necesidad de terminar ese famoso desencuentro que se aclama entre el arte y la ciencia.

    Saludos.

  2. Jorge Ortega

    Mencionaré una frase que ha conmocionado nuestra fibra nacional y repercutido en muchas generaciones: “En que momento de jodió el Perú”, de la novela “Conversación en la Catedral” de MVLL. Ahora, imagínense lo que es capas de influir una novela en la vida personal de quien la lee. Me viene a la mente cuánto influyó en mi adolescencia, y aún hasta estos días, haber leído “Siddhartha” de Hermann Hess.
    La literatura toca nuestras conexiones neuronales para darles un nuevo sentido, generalmente más humano..

  3. Úrsula Ávila

    Hola Alberto. Leo bastante y de todo. Afortunadamente nunca me pregunté si leer novelas de ficción era una pérdida de tiempo; aunque es comprensible este cuestionamiento sobre todo en un ahora en donde se premia el saber tangible y se menosprecia aquello que «no nos aporta materialmente».

    Gracias por la reflexión! ☺️

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