Pase casera, hay sentido común


Nuestras acciones se pueden medir con un número, pero los números no miden toda la realidad. 


Si existiera una audioteca de sonidos peruanos, no podría faltar este clásico de los mercados: “casera, hay modelitos, hay tallas, hay colores, ¿qué está buscando?”. Con esta propuesta sé que mi casera va a abrir todas las bolsas de medias, ropa interior y de piyamas hasta encontrar lo que necesito, un escenario muy diferente a las marcas de ropa que intentaba comprar cuando era quinceañera y que me atormentaban con su “talla única. O entras en ella, o replanteas tu vida”.

            Los pasillos del mercado ilustran la diversa realidad. Lo otro, no. 

            Las políticas públicas vividas durante la pandemia han sido un pimpón entre lo primero y la talla única. Al inicio, las medidas fueron iguales para todo el país, pero con el paso del tiempo, pasamos a medidas focalizadas y adaptadas a cada realidad. En la pandemia, como en muchos aspectos de nuestra vida, hemos sucumbido a los números como verdades absolutas. O entramos, o nos tenemos que replantear la vida. 

            Melvin Kranzberg, uno de los padres de la Historia de la Tecnología, nos heredó una lista de mandamientos para discernir qué es y qué no es la tecnología[1]. El primero dice: “La tecnología no es buena, ni mala, ni es neutra”. Si la adaptara a nuestra obsesión por los números, podríamos decir: “medir la realidad no es bueno, ni malo, pero tampoco es neutro”. 

            Cuantificar el mundo es útil en muchas situaciones. Por ejemplo, te meten un hisopo por la nariz, lo ponen en una máquina y si la muestra tiene suficiente carga viral, te dicen que tienes el virus adentro y tienes que aislarte. Si te pones un oxímetro en el dedo y la maquinita dice 70% de saturación en lugar de 95%, te diriges al centro de salud más cercano. Si ves disminuir el número de camas, multiplicarse el número de pruebas con resultado positivo y aumentar el número de fallecidos, entonces das una conferencia alertando que entramos a segunda ola. 

            Pero conviene recordar que los números que dirigen nuestras acciones no existen fuera de su contexto. Yanni Loukissas[2] repite que “toda la data es local”:  está situada en un contexto y solo responde a la pregunta a la cual está destinada. Es como una foto de la realidad, pero, para entender el mundo, necesitamos el video. Un video en 360 grados y grabado con varias cámaras.

            Nuestra obsesión por los números nace con nosotros. Ni bien salimos del útero nos asignan un número y nos toman una foto al costado del cartelito que dice cuánto pesamos, cuánto medimos y a qué hora llegamos al mundo. Luego vamos al colegio a aprender, pero nadie pregunta si aprendimos. Nos preguntan si sacamos 20 o 13. Vamos a la oficina a trabajar, pero producir es secundario si el reloj de la entrada dice que solo estuviste seis horas trabajando en lugar de ocho. Al final del día, vamos a dormir ocho horas, no a descansar.

            Si de adolescente no entraba en la talla única, ahora tampoco tengo el reloj único que tienen todos mis amigos. Ese cuadradito negro que les dice si caminaron lo suficiente, si durmieron sus ocho horas, si tienen mensajes de sus contactos. ¿Saben a quién más se los dice? A Apple, a Google y a Facebook. Conociendo los números de nuestras vidas, estas empresas nos brindan la versión 2.0 del “hay tallas y hay colores”, el marketing personalizado: “Hay 30% de descuento en esos zapatos que viste al pasar por esa tienda, que combinan con el pantalón que te compraste hace dos semanas”. 

            Las pequeñas estandarizaciones de nuestras vidas nos llevan a estandarizaciones globales. La forma en que los números pueden distorsionar nuestra realidad va más allá de las experiencias personales. Uno de los ejemplos más palpables de las últimas semanas son los acalorados debates sobre qué porcentaje de efectividad tienen las vacunas para el Covid-19. 

            Estos debates se dan sin contexto, sin explicar qué es la efectividad, cómo importa y cómo ha sido obtenida. Los opinológos de los canales de televisión y de las redes sociales pueden señalar, por ejemplo, que un 96% de efectividad es “mejor” que un 80%. Porque 96 siempre es mejor que 80. Cogen la foto y se inventan una película, pero dejan de lado cómo garantizamos las cadenas de frío que aseguran el 96% de efectividad de algunas vacunas, qué recursos logísticos tenemos, qué personal calificado, etc. 

            En nuestra vida, en la pandemia, y en la realidad, la data es local. Nos cuesta entender que no es buena, ni mala, ni es neutra. Nos cuesta indagar a qué preguntas responden los números que mandan nuestras vidas. Donde no llega la data, hay tallas, hay colores: hay sentido común. 


[1] Technology and History: Kranzberg´s Laws, Melvin Kranzberg, Technology and Culture Vol 27, No 3, (Julio, 1986)

[2] All data are local, Yanni Loukissas, MIT Press (Abril, 2019)

9 comentarios

  1. Pilar

    Excelente artículo para arrancar la semana y no deprimirse con tanta charlataneria y poco sentido común además de falta de contexto y ubicación: el Peru es parte del mundo pero no somos España ni Chile!

    • Alejandra RL

      Somos parte del mundo, y varios mundos son parte de nosotros!

  2. Nicole

    Me gustó muchísimo este artículo. Sobre todo porque abres el escenario para otro tipo de saber, aquel vinculado al sentido común, a nuestro funcionamiento cotidiano en el que la racionalidad instrumental demuestra no ser suficiente. El asunto que me gustaría problematizar aquí es que el sentido común también se forma, por lo que sería bueno pensar en el «cómo hacer» para desarrollar el sentido común.

  3. María Piña Meza

    Excelente,creo que siempre debemos tener presente esto de lo general a lo particular y viceversa de lo particular a lo general.Esta pandemia tiene a todos de cabeza pero sobretodo a los que viven informando o mejor dicho dan su opinión al respecto cuando la verdad desconocen esa data o peor aún no la saben leer.

    • Antonio

      Hola Alejandra.
      Muy buena analogía. Muchas gracias por el esfuerzo que haces para tratar de hacer entender la realidad, sin solo repetir como hace mucha gente.
      Te leo desde Barcelona.

    • Alejandra RL

      Hemos aprendido el valor del «depende», nos falta aplicarlo más!

  4. María Amelia

    La data es local y no es neutra. Recordarlo siempre.

  5. Carlos Villanueva

    Interesante! Este artículo debería ser leído por muchos «responsables» encargados de las políticas públicas. Las cifras estadísticas no son suficientes para reportar y diseñar las mismas.
    Gracias!

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