No me domestiques


La historia del zorrito Run Run no tendrá un final feliz 


Uno de los personajes más entrañables de El Principito, la novela clásica del escritor francés Antoine de Saint-Exupéry, es el zorro que quería ser domesticado. “Si tú me domesticas, mi vida se llenará de sol y conoceré el rumor de unos pasos diferentes a los de otros hombres”, le dice el zorro al Principito cuando se conocen. Para el zorro, domesticar era crear vínculos: “Si tú me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo, como también yo lo seré para ti…”. El Principito lo domestica, y nace entre ellos una entrañable amistad. Es el zorro quien le regala una de las frases más citadas de este libro: “lo esencial es invisible a los ojos”. 

En la realidad, la historia no podría ser más distinta para un pariente lejano de ese zorro. Un primo de origen andino, que por estos días se escabulle por las casas y las laderas de los cerros del asentamiento humano Sol Naciente, en el distrito limeño de Comas. Me refiero, por supuesto, al zorrito Run Run.

A estas alturas, creo que todos saben de quién estoy hablando, pero haré un rápido resumen para los despistados. Una familia compró en un mercado un perro para su casa, al cual bautizaron como Run Run. El problema es que lo que pensaron que era un bonito can era en realidad un zorro andino, el cual, como buen animal silvestre, no responde a los patrones de conducta de un perro o de un animal doméstico. Run Run escapó hace algunos meses de casa, para preocupación de los vecinos que han visto cómo sus cuyes y gallinas van disminuyendo por las noches.

Las aventuras de Run Run tienen muchos componentes para una exitosa película de Disney. El animal es bonito y exótico, y todos los días vemos noticias sobre cómo logra escapar ingeniosamente de los desesperados intentos del Serfor por capturarlo. Ni las redes, ni los dardos tranquilizantes, ni los drones han podido con el inquieto cánido. Hay videos que muestran a Run Run jugando con los perritos de la zona, o interactuando con la gente. “Yo le acaricie su quijada, le decía Run Run y me hacía como un perrito”, contó con ternura una vecina que lo vio con hambre y le invitó un pollo a la brasa.

Pero así como su historia no es la del zorro de El Principito, tampoco es la de un personaje de Disney: Run Run no pidió ser domesticado y su historia no tendrá un final feliz. 

Run Run es uno de los millones de animales que son víctimas del tráfico de vida silvestre en nuestro país. Hace algunas semanas, en otro artículo les comenté sobre la millonaria economía ilegal que hay detrás, la cual tiene amenazada a más de 300 especies en nuestro país. Mafias cuyas actividades generan violencia y corrupción, degradan nuestros ecosistemas y ponen en riesgo nuestra salud.

Este zorro andino fue extraído de su hábitat natural y trasladado en condiciones muy precarias para ser comercializado. Sobrevivió de milagro, pues por cada animal silvestre que logra ser vendido, muchos otros mueren a lo largo del ilegal proceso, víctimas del maltrato y las condiciones extremas.

Run Run ha tenido que adaptarse a su nuevo entorno. Domesticarse a la fuerza, no para crear vínculos, como el zorro de El Principito, sino para poder sobrevivir. Y en esa acción inconsciente de supervivencia está también su maldición: cuando sea capturado, Run Run no podrá ser devuelto a su hábitat natural, pues ya no cuenta con las condiciones instintivas para sobrevivir ahí. Este zorrito ya no correrá libremente por la Cordillera de los Andes ni por los cerros de Comas. Su destino probable es irse apagando en la triste monotonía de un zoológico. 

Al momento de despedirse para siempre del Principito, su amigo el zorro le dice que le regalará un secreto: “Eres responsable, por siempre, de lo que hayas domesticado”. Es una lástima que como seres humanos no hayamos aprendido esa lección en la manera como nos relacionamos con el planeta y las otras especies que lo habitan. Algo tan esencial, sigue siendo invisible a nuestros ojos.

1 comentario

  1. Katherine Onton Guerra

    Me hizo llorar tu relato, me da mucha impotencia este caso y muchos otros que pasan nuestra fauna silvestre. Hace unos días ví un vídeo sobre otro zorrito peor en Puno llamado «Antonio» y al igual que run run se lo llevaron al zoológico pero ya de grande, y aún más triste, al estar encerrado saltaba buscando alguna salida mientras personal del zoológico solo atinaba a mirarlo. Se que habías propuesto un proyecto de Ley para penalizar el tráfico de fauna silvestre como organización criminal pero en qué quedó? Que es lo que hace falta en el país para terminar con ello? Si las leyes no bastan o si no está en «agenda» tenemos que seguir confirmando la con la impotencia de ver sufrir a más animales?
    Que hacer ante está situación…

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