Mis primeros 42 kilómetros post pandemia 


¿Qué pasa por la cabeza de una persona que se impone el reto de una maratón?


Nutricionista licenciada y colegiada por el Colegio de Nutricionistas del Perú. Registered Dietitian en USA y MBA en Healthcare Management. Speaker en TEDxLima 2020 y dueña del blog en instagram MacaWellness.


Quizá suene obvio, pero correr una maratón no es poca cosa. Requiere de tiempo, esfuerzo, constancia, pero, sobre todo, de mucha paciencia. Y quizás esa sea una de las lecciones más grandes que rescato del proceso que me llevó a correr la Maratón de París el pasado 3 de abril. Pero antes, quizá deba compartir un poco de contexto. 

Soy nutricionista de profesión, aunque más de corazón (quizá le interese visitar en Instagram mi página, MacaWellness). Empecé a estudiar nutrición hace más de 10 años en Lima y después de licenciarme decidí enrumbar hacia Estados Unidos para hacer un MBA en Healthcare Management y, de paso, obtener allá mi licencia como nutricionista. Fue entonces cuando nació mi pasión por el running.

Empecé a correr a finales de 2013 porque no tenía otra forma de hacer ejercicio. Me acababa de mudar a Miami y una membresía en un gimnasio no era una opción, así que lo más fácil fue ponerme unas zapatillas y salir a correr. Al principio fue duro; entre la falta de físico, el calor de la ciudad y no tener la técnica para correr cada paso pesaba. Pero poco a poco fui mejorando y le agarré el gusto porque me hacía sentir libre y, sobre todo, me dejaba una sensación de ligereza cuando terminaba. Esa sensación era justamente lo que me empujaba a salir nuevamente y, de pronto, correr pasó de ser solo un ejercicio para convertirse en lo que llamo mi terapia activa.

Nueve años después lo sigue siendo y, además, es una forma de retarme constantemente para seguir mejorando en algo que me encanta hacer. Esta es la razón por la cual decidí correr una maratón: después de casi dos años de pandemia en la cual había dejado el running, algo me pedía a gritos desde adentro volver a las pistas. Pero no se trataba de volver por volver. Necesitaba tener un objetivo claro, una razón para entrenar, porque si bien nunca dejé de hacer ejercicios durante la pandemia, no tenía una meta trazada. Creo que a muchos nos pasó que la pandemia se sintió como estar en piloto automático, un poco a la deriva y en estado de incertidumbre, y necesitaba sentir que tenía el control de algo por voluntad.

Así fue como a finales de 2021 me puse a buscar, indagar, investigar. Después de seis días encontré la opción más adecuada: el tiempo para la preparación calzaba perfecto —tenía 14 semanas hasta el día de la carrera— y no conocía París, ¿qué mejor forma de conocerla que corriéndola? No lo pensé mucho y, casi por instinto, click: ¡París, voy por ti! 

Empecé a entrenar la última semana de diciembre. Son semanas de preparación en donde hay que considerar ciertos elementos clave para asegurar el recorrido de esos 42.195 Kms. La alimentación, la hidratación, el plan de entrenamiento y la terapia física son fundamentales. Pero, más que nada, tiene que haber constancia, dedicación y paciencia. Por eso digo que correr una maratón no es poca cosa. Son semanas en las que te preparas para dejarlo todo en un solo día. Mientras las semanas transcurrían, yo cumplía al pie de la letra con el plan. “Eres de las más chanconas”, decía mi entrenador. 

En mi caso, el plan de entrenamiento se armaba cada semana, e incluía 2 días de running, complementados con otros 2 días con trabajo de fuerza, estiramientos y salidas a correr de forma suave. En cuanto a alimentación, esta incluía alimentos de calidad nutricional que dan la energía y nutrientes que nuestro cuerpo necesita. Algunos de estos son pescado, pollo, huevos, menestras, frutas y verduras, frutos secos, camote, papa, yuca, semillas como las de linaza, chia y girasol. Como en cualquier deporte, los carbohidratos —papa, arroz, cereales integrales e incluso pasta— juegan un rol crucial para la energía, al igual que la grasa saludable como el aceite de oliva, aceitunas, palta, y las proteínas como el pescado, huevo, pollo y las de origen vegetal, como las menestras, ayudan con la formación y mantenimiento de la masa muscular. Tener una alimentación variada pero de calidad es importante durante todo el entrenamiento. Recién en la última semana de entrenamiento es que se aumenta el consumo de carbohidratos para empezar a cargar al músculo con glucógeno, el combustible que usará para la distancia larga. Lo mismo pasa con la hidratación; esta es muy importante antes, durante y después, sobre todo los días de fondos y días antes de la maratón. En mi caso, yo agregaba electrolitos en forma de pastillas a mi botella de agua para cubrir las sales perdidas. Además de esto trabajé de la mano con un fisioterapeuta. Esto es importante porque muchas veces se cree que el fisio solo debe estar cuando hay una lesión, pero justamente la idea es prevenir esa lesión, y por eso 1 vez a la semana mi terapia era infaltable.

Pero, aun así, haciendo todo esto, hubo momentos en que dudé. Dudé de si iba a lograr correr los 42 kilómetros porque en mis entrenamientos las distancias nunca pasaron los 22 kilómetros, y lo “normal” era llegar hasta los 33. Además, mi coach me mantenía corriendo a una velocidad algo lenta y esto me preocupaba porque yo quería ir “más rápido”. Fue muy extraño y hasta irónico porque tuve que aprender a desacelerar para poder mejorar. Es aquí donde recalco la importancia de la paciencia: solemos estar tan acostumbrados a cierta energía vehemente que cuando se nos pide bajar las revoluciones nos cuesta, sentimos que nos atrasamos, que no avanzamos, y que no vamos a lograr el objetivo. Pero esto fue exactamente lo opuesto a lo que ocurrió. 

Llegó el día de la carrera. París estaba fría y mi adrenalina estaba por los cielos. Me desperté a las 5 am., cuatro horas antes de la carrera, como habíamos planeado con mi entrenador, para tomar un buen desayuno, rico en carbohidratos, que le diera al músculo esa energía que iba a usar, para hidratarme bien y para ir al baño (¡muy importante!). Estaba nerviosa porque nunca había corrido una maratón en otro país, y mucho menos a una temperatura de 5 grados. Pero estaba emocionada y feliz de poder estar ahí. 

Por las calles se sentía la energía y la emoción de los participantes. Todos a punto de embarcarse en el mismo camino para lograr un reto, todos juntos con el mismo objetivo de cruzar esa meta. Cuando dieron las 9.30 am. partí de Champs Elysee a paso suave pero seguro por las calles empedradas, pensando que para ese momento me había preparado tanto, que aquel era el día, que me encontraba corriendo en una de las ciudades más lindas del mundo y que debía disfrutar cada paso.

Kilómetro tras kilómetro pasé por el Louvre, la Plaza de la Bastilla, corrí al lado del Sena, y cuando las piernas empezaban a pesar levanté la cabeza y vi la Torre Eiffel, imponente, como un hito que me recordaba la razón por la cual había ido hasta allá. Fue una experiencia hermosa y única. Pero nada de esto habría sido posible si no hubiera tomado la decisión de retarme, de demostrarme que podía. Buscar un objetivo y trabajar para lograrlo requiere de constancia y disciplina. Es uno contra uno mismo. En mi caso, fue dejarlo todo ese día y demostrarme que la dedicación y compromiso sí valieron la pena, y que no se trataba de compararse con los demás y de comparar qué tan rápido iban. Era confiar en tu propio proceso y entender que la paciencia puede ser nuestra mejor aliada y que, sumándola a la constancia y a la perseverancia, somos capaces de conquistar nuestros más grandes retos.  

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