Los lemmings


Sobre la necesidad de cautela cuando estamos al filo del acantilado


Los lemmings son unos roedores pequeñitos que habitan las tundras del norte del mundo. Hiperactivos y nerviosos, tienen una intensa vida sexual y una correspondiente capacidad reproductiva, lo que lleva, cada tanto, a casos de sobrepoblación. Serían un bicho más de la creación de no ser por una peculiaridad legendaria de su comportamiento: cuando se saben muchos y la comida deja de alcanzar, los lemmings se acercan a los acantilados y se suicidan en masa. 

            Miles de cuycitos lanzándose al abismo, prefiriendo una muerte violenta pero definitiva a una existencia miserable.

            Durante los últimos cinco días hemos escuchado todo tipo de explicaciones sobre por qué los peruanos han votado mayoritariamente por dos fuerzas políticas bastante cuestionables que representan, cada una, los extremos de algo. No vengo a ofrecer nada nuevo, pero sí me interesa aclarar algunos puntos que nos ayuden a sobrellevar los próximos 50 días. Como dice Carmen McEvoy, hay que desear lo mejor, pero estar preparados para lo peor.

            De los 24,14 millones de electores hábiles, se acercaron a votar 16,95 (es decir, un 30% no asistió, por la razón que fuera). De estos, 2,12 millones no votó por nadie y 886 mil viciaron, lo que nos deja un total de 13,94 millones. O sea, el resultado del domingo estuvo dado por el 42% de los peruanos.

            De este universo (perdón por la insistencia, pero no es todo el Perú), Castillo obtuvo el 19,11% y Fujimori el 13,36. Esto son poco más de cuatro y medio millones de votos. O sea, alcanzaron juntos algo equivalente a la población de Lima Sur y Lima Este. Si Blanco/Viciado hubiera postulado, se habría impuesto a los dos. Decir que han ganado la elección puede ser correcto, pero me suena excesivo. Son los que perdieron menos.

            Con esos resultados es evidente que ni Perú Libre ni Fuerza Popular tienen una predominancia en el favor nacional. Es decir, ambas fuerzas deberán salir a convocar al otro casi 70% del electorado. Si mirásemos solo los colores políticos —si tuviésemos creencias políticas— en principio Castillo la tendría más complicada, pues sus nuevos votantes serían solo quienes simpatizaron con Mendoza y, acaso, con Lescano: todo junto, ni el 40% de los votantes. Pero es tanta, tanta la aversión que muchos sienten (sentimos) por la estirpe Fujimori que no es que la balanza se haya inclinado automáticamente a favor de esta, por más que la derecha más recalcitrante, los que se comieron por adelantado el cuento de Peruzuela, los defensores a ultranza del modelo económico, los más ingenuos, los que no entienden que un profesor provinciano de primaria pública pueda llegar a Presidente o los que simplemente no comprenden qué salió mal se encarguen de dejarlo claro —muchas veces con grotescos aderezos racistas— desde el mismo domingo.

            Pero tampoco creo que lo ideal sea salir a proclamar del saque que primero se cortarán la mano o comerán bosta antes que votar por Keiko Fujimori. 

            Muchos estamos confundidos, asustados, incluso enfadados, pero dar las cosas tan por sentadas no será muy útil en estos tiempos. Todos tenemos principios, y no será este el momento en que me ponga a enumerar —como tanto he visto ya a otros— las veces en que salí a marchar o hice campaña contra el fujimorismo desde los noventa. Solo digo que Pedro Castillo, si bien pretende representar a los acaso millones de excluidos de la mesa del neoliberalismo, no es que sea la voz de todos, qué va; que su plan de gobierno es de verdad muy malo; que sus posiciones respecto a los derechos individuales son temibles y anacrónicas; que avala dictaduras y amenaza con eliminar el Tribunal Constitucional, la libertad de expresión y unos cuantos convenios internacionales; y que habría tenido, aparentemente, vínculos con el Movadef según documentación de la gran marcha del Sutep del 2017.  

            Por ahora siento que la segunda vuelta no será un ejercicio democrático, sino una obligación bajo amenaza cuyo resultado saldrá mal escoja lo que escoja. 

            Pienso que lo que toca no es decir “Por este o esta no votaré jamás”, sino más bien hacernos los difíciles, esperar que vengan a hablarnos con propuestas serias, con señales de conciliación, con verdaderos pactos. Quiero ver qué ofrece cada uno para enfrentar la pandemia, cómo y cuándo traerá las vacunas, qué va a hacer con la salud de todos. Y que lo firme. Quiero saber quiénes serían sus ministros, qué acuerdos mantendrán y cuáles piensan desconocer, cómo piensan negociar con un Congreso donde no tendrán mayoría. Y que todo quede por escrito.

            Keiko Fujimori difícilmente va a cambiar, es cierto: si cuando no tuvo poder en el Ejecutivo se encargó de comandar el desastre desde el 2016, lo que pueda hacer de gobernante será la pesadilla de cualquier demócrata. Pero por otro lado está verde pedirle más sensatez a Castillo, sobre todo si ya salió a decir que no va a modificar nada de lo dicho en campaña.

            Lo del suicidio masivo de lemmings es un mito, no existen los animales autodestructivos, y menos los que se maten colectivamente. Es una especie de fake news consolidada en White Wilderness, un documental de la Disney de 1958. Desde entonces se extendió la leyenda, una mentira sobre la muerte que muchos damos por cierta.

2 comentarios

  1. Miguel A Guerrero

    El problema es que uno de los dos – y nadie más – llegará a la presidencia. Esa es una realidad objetiva, no un dilema de vida.

  2. franco

    13 millones, de un total de 24, es mas que 50%

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