Los diplomas en la tierra de Oz


Sobre los costos de aceptar un sistema que prefiere el credencialismo a los cerebros


Hace casi 20 años, Osinergmin convocó un concurso para realizar un estudio cuyo objetivo era proponer los métodos de cálculo de costos ambientales, necesarios para que la entidad pudiera emitir normas relevantes y cumplir a cabalidad sus funciones de supervisión en minería, hidrocarburos y energía. Las bases solicitaban un equipo compuesto por un economista con grado de PhD experto en economía ambiental; otro economista que hiciera las funciones de coordinador de equipo y de preferencia con maestría; y un abogado con experiencia en derecho ambiental. La convocatoria me entusiasmó mucho y, siendo entonces una de las pocas PhD con especialización en economía ambiental en el Perú, recibí varias llamadas de consultoras locales reconocidas invitándome a unirme al equipo que estaban formando. Lo cierto es que me veía más como coordinadora y por ello busqué a un economista ambiental reconocido a nivel mundial, quien había realizado estudios para la Administración Nacional Atmosférica y Oceanográfica de los Estados Unidos (NOAA), quien aceptó gustoso el reto. Este experto había hecho el pregrado en Oxford, la maestría en la London School of Economics y el Phd en Harvard. Armamos una propuesta técnica de primer nivel y estábamos seguros de que nadie nos ganaría.

Como sabemos, los concursos que convoca el Estado peruano requieren que los postulantes documenten el currículum, es decir, cada línea de experiencia que afirmamos tener debe ser justificada con un documento y no con una declaración jurada. Para los grados y títulos se solicitan los diplomas —en la actualidad, estos tienen que estar registrados en SUNEDU—. Procedí entonces a pedirle al economista experto mundial que me enviara su diploma de Phd, para realizar aquí una traducción oficial con sellos del Ministerio de Relaciones Exteriores, e incluirlo en el paquete de postulación. Sabemos también que todo documento debe estar debidamente foliado, en el orden requerido en las bases, y firmado por el representante legal del postor.

¿Qué podía salir mal? Bueno, el economista experto jamás había recogido su diploma de PhD en Harvard. No lo había necesitado para ser parte de la academia norteamericana, tampoco para ser consultor de NOAA o de cualquier entidad de talla mundial, de ser el caso. A su solicitud, Harvard emitió un certificado de que el experto se había graduado de PhD —¡hacía más de 25 años!— y con ello procedimos.

Ya deben estar sospechando lo que ocurrió. En efecto, perdimos. La sobresaliente propuesta técnica no compensó la falta de puntos por la ausencia de un diploma. Ganó el ofrecimiento de una consultora local con un economista ambiental extranjero, sí, pero sin experiencia, y hasta ahora me pregunto dónde se encuentra toda la propuesta de métodos de cálculos de daños ambientales que tan útil hubiera sido con el derrame de petróleo en la costa peruana en enero de este año. Agrego que estoy segura de que la contraloría no objetó el proceso: se habían cumplido con todos los requerimientos de las bases. 

Cada vez que recuerdo esta anécdota, viene a mi mente la historia contada en la película El Mago de Oz: luego de toda la odisea de Dorothy, el hombre de lata sin corazón, el león cobarde y el espantapájaros sin cerebro para llegar al castillo del Mago, resulta que este es un charlatán que convence a Dorothy y a sus amigos de que los sustitutos que les ofrece son mejores que sus deseos iniciales. En particular, el charlatán logra persuadir al espantapájaros de que no necesita un cerebro, sino que le basta con un diploma. La credencial (la forma) en reemplazo del fondo (el cerebro). Cualquier parecido con historias recientes sobre tesis copiadas para obtener diplomas es pura coincidencia.


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1 comentario

  1. Ricardo Alarcon

    Una realidad que parece una ficción. Ni Borges se hubiese atrevido tanto.
    ¡Ay mi Perú como me dueles!

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