Lo que tejemos en los Andes


Una tejedora y educadora nos comparte significados ancestrales del hilado 


Gladis Vila Pihue es quechua huancavelicana, educadora popular, activista y defensora de los derechos de las mujeres y los pueblos indígenas. Ha sido fundadora y presidenta de la Organización Nacional de Mujeres Indígenas Andinas y Amazónicas del Perú (ONAMIAP).


Las mujeres quechuas y aimaras sufrimos triple discriminación; por ser mujeres, por ser indígenas y por ser pobres. Pero hoy no hablaremos de ello. Por el contrario, quisiera compartir con ustedes un profundo sentir, aunque la frase suene idealista: tejer un mundo donde todos y todas podamos convivir en armonía, es posible.

Evoco con infinito agradecimiento a mis abuelas, quienes me enseñaron a hilar y tejer desde niña. De ellas aprendí que el hilado y el tejido en los Andes no se remite únicamente al trabajo manual, sino también al hecho de hilar redes de diálogo, de entretejer nuestra experiencia personal y colectiva con el origen de las cosas. Además, constituye un sistema de comunicación que vincula saberes ancestrales con el presente y, por qué no, con el futuro. También es transitar por el uku pacha, kay pacha y hanaq pacha –la vida de adentro, la vida de este espacio y la vida de los cosmos–, reconociéndonos en lo más sagrado, manifestando en cada faja o manto pensamientos, sentimientos, acciones y nuestra visión de futuro. Y así poquito a poco, hilando y tejiendo, vamos comprendiendo cada fase de la vida, cada espacio de la pachamama, entendiendo que recorremos una vida que funciona en relación a otra vida bajo un mismo latido. Así, una estrella tejida es solo un punto solitario, pero es un punto necesario en ese gran entramado de tejido.  Y así, tejiendo, hilando, vamos comprendiendo que un árbol tejido en los mantos, en las polleras, en las fajas, en las chalinas no solo es un árbol, también es un eje que se enraíza en la pachamama y que crece hacia el cielo infinito; recoge en sus raíces la memoria desde el fondo de la pachamama, del centro de ese centro, y recibe en sus hojas la fuerza del sol.

Las  mujeres andinas nos atamos una faja a la cintura y desde allí nos conectamos con el cordón umbilical de la pachamama, con la memoria ancestral de nuestros ayllus o familias, de nuestra llaqta o pueblo, y son venas que irrigan y alimentan a la vida; y en todos los símbolos de la manta, de la chalina, la faja y el sombrero se van plasmando, poco a poco y con paciencia, los miles de años de abstracción y de negación que forman parte de nuestra conciencia indígena andina. Los símbolos que se ven en los tejidos andinos permiten transmitir nuestros conocimientos, tecnologías y conceptos universales con mucha precisión; se trata de una ciencia geométrica que se teje con el arte en constante articulación e integración. En cada tejido se muestra el sueño, el anhelo y la visión de futuro de un pueblo que conecta con su identidad y, al mismo tiempo, se representa la protección del olvido y la negación de nuestros ayllus y llaqtas. ¿Sería posible, acaso, que los pueblos andinos no soñáramos, no tuviéramos una visión de futuro y no tuviéramos conocimientos?

Los pueblos andinos somos pueblos con dignidad, con historia y memoria de lucha. Nadie nos ha regalado nada. Hemos resistido y seguimos persistiendo en la defensa de nuestros territorios, de nuestras lenguas maternas, de nuestros saberes y de nuestros conocimientos de generación en generación, para que la ciudadanía presente y futura pueda tener la oportunidad de conocer y ser parte de este camino colectivo. 

Como diría nuestro hermano mayor, José María Arguedas: kachkaniraqmi
Aún existimos. Seguiremos abriendo espacios para el diálogo intercultural, donde nuestros conocimientos y miradas se tejan e hilen con esperanza.

¡Somos peruanos y peruanas! ¡Somos indígenas! ¡Somos quechuas! ¡Somos una civilización vital en el mundo!

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