LETRAS CHICAS


La nueva literatura juvenil: un fenómeno que solo nos revela viejos 


Había sacado entrada para acudir el sábado pasado a una visita guiada en el MALI: aprovechando las labores de refacción que se realizan en el espacio que acogió la exposición internacional de 1872, a la gente del museo se le ocurrió mostrar el trabajo de los ingenieros a cargo, quienes, acompañados del curador principal, montaron un paseo a través del diseño, la construcción y la historia de tan bello edificio. Encima, el ticket permitía pasearse por las muestras temporales de Luz María Bedoya y Sandra Gamarra. Estupenda idea.

            Llegué con tiempo suficiente, o eso creí, porque al salir de la estación central del Metropolitano me topé con una inmensa, inmensísima masa humana que iba de la avenida Garcilaso de la Vega hasta la plaza Grau. Recordé que continuaba la feria municipal de libro Lima Lee, pero descarté que fuese el origen de tamaña multitud: que yo recordara ni Bayly, ni Suárez Vértiz, ni tampoco Cisneros o el mismo Vargas Llosa habían sido capaces de convocar a tanta gente en sus apariciones públicas. El desconcierto creció a medida que me acercaba, tratando en vano de ingresar por la puerta señalada: no se trataba de adultos, sino de adolescentes, de chicos. Más concretamente, de chicas. Diría que, de cada diez, ocho eran mujeres, uno varón, y, la última, una mamá sacrificada. Al probar la puerta principal del parque la cosa se puso de verdad seria: el tumulto ahí era el suficiente para saturar el aforo de un concierto mediano y prepandémico. Empujones, gritos, reclamos entre la masa compacta; el covid parecía una novela mal contada. Decidí una última intentona dando toda la vuelta al parque, por el ingreso de 28 de Julio, mientras caminaba al lado de otro brazo de la multitud que probaba suerte por las puertas del Paseo de la República. Lo que me restaba de escepticismo se esfumó cuando confirmé que todas las chicas llevaban por lo menos un libro en sus manos, la mayoría un tomo grueso de tapas oscuras. Silence, decía en la portada, y apenas unos firuletes rojos debajo del nombre de la autora: Flor M. Salvador.

            La visita al MALI tuvo que retrasarse por razones evidentes. Cuando acabó y estaba por marcharme, me llegó la sorpresa del remate cuando vi las graderías del auditorio repletas de gente que, en efecto, esperaba su turno para llegar hasta el escenario, donde Salvador, al lado del crédito nacional Ximena Renzo, se dedicaba a firmar miles y miles de libros.

            Al mismo tiempo, en las afueras del lugar se dio una desbandada que, por mucha suerte, terminó solo con heridos. Recién a partir de ese hecho los medios de comunicación y los ciudadanos —los adultos— de a pie descubrimos quién era la autora mexicana.

            Resulta paradójico y decidor que ese mismo sábado el suplemento Luces, de El Comercio, dedicara portada y dos páginas interiores a Otras caricias, la nueva novela de Alonso Cueto, una cobertura análoga a la que le brindara el día siguiente Domingo, de La República. Aclaro mi punto: Cueto es un escritor de fuste, importantísimo dentro de nuestro canon literario, autor de un puñado de novelas notables. No se trata de comparar talento ni verdad literaria, sino de saber que Silence ha sido lanzada con un tiraje al menos diez veces mayor que Otras caricias: allá afuera hay miles y miles de jóvenes limeños y limeñas devorando algo de lo que no teníamos ni idea. El fenómeno que encarna Salvador es tan extraordinario como invisible para los grandes, en general; pero —y esto debería darnos que pensar— también para los que nos suponemos letrados o, cuanto menos, enterados de la cosa cultural. Por supuesto, ni siquiera los organizadores de Lima Lee intuían la magnitud del asunto, y habría que ser muy caraduras para culparlos. Se trata de una mezcla de desdén e ignorancia compartida entre todos. Tuvo que ocurrir un amago de desgracia para que los medios tradicionales y, por extensión, nosotros, que seguimos informándonos a la antigua, le prestáramos un poco de atención.   

            Flor M. Salvador tiene solo 22 años, es de la pequeña y soleada Campeche, y estudiaba medicina cuando la pandemia detuvo el principio de sus prácticas profesionales. Nunca había salido de México hasta que realizó el viaje que la trajo al pandemonio limeño. Sus referentes literarios no son los señores del Boom ni la literatura norteamericana del siglo pasado. Son J. K. Rowling y Rick Riordan, autor de la saga de Percy Jackson. Lo suyo, sin embargo, no es crear aventuras fantásticas, sino unas ficciones románticas, soñadoras y tristonas protagonizadas por adolescentes como ella misma.  

            Hace unos ocho años comenzó a escribir y publicar sus novelas en Wattpad, donde la han leído al menos cien millones de veces. Cien millones. Tres Perús de lectores. De estas, dos ya fueron convertidas como libros normalesBoulevard y la que la trajo a Lima.

            Si quien lee estas líneas tiene más de treinta años, quizá ni siquiera sepa qué es Wattpad. Ahí va el cable corto: se trata de una plataforma con toques de red social que sirve para autopublicar y leer historias. Sus usuarios se cuentan por cientos de millones en todo el mundo, y de un tiempo a esta parte ha sido el origen de fenómenos editoriales —en papel— como Mercedes Ron, Alice Kellen, Ariana Godoy o Anna Todd, autoras que probablemente el lector tampoco conozca, pero que la rompen entre los muchachos. Y no sabemos nada de eso porque perdemos la conexión, porque solemos menospreciar lo que no entendemos, porque nos aferramos a nuestra fe en lo que consideramos apropiado. De pronto solo sabemos mirar como adultos. Pensar como adultos. Y, como adultos, creemos que lo único valioso, bello, bien hecho, sensible e importante es lo que hacen otros adultos. Mientras más lo creemos, en realidad nos volvemos viejos. E ignorantes. Y cojudos. 

            ¿Es verdad eso de que los chicos no leen? Ese es un prejuicio tan rebatible como dar por sentado que hay géneros literarios mejores que otros. La adolescencia es una de las etapas más hermosas y complicadas de la vida, y subestimar lo que les gusta leer (escuchar, ver) a los chiquillos —o empeñarnos en mostrarles “literatura de verdad, no esas sonseras”— solo muestran falta de empatía y soberbia.

            Qué interesante pensar que lo del sábado ocurrió en un parque creado para mostrarnos las nuevas maravillas del mundo. Luego de ello, Flor Salvador ha seguido, con mayores controles de seguridad, firmando libros en distintas partes de Lima, con lectores que acampan para asegurarse un espacio y filas más ordenadas pero igual de largas. No hay nadie más fan que un adolescente, pues, y, como diría Cuto Guadalupe, la fe es lo más lindo de la vida. 

            La autora se muestra siempre genuinamente agradecida. Debe ser tan emocionante como desconcertante conectar de esa manera, a través de palabras, con el alma de muchos miles de personas como tú. Como una chica.

4 comentarios

  1. Federico Alponte-Wilson

    Tengo casi 50 y me considero un lector «desde siempre». Dentro de mis escritores favoritos tengo al maestro Alonso Cueto. Una pena enterarme del tiraje de su última obra la cual trae un mensaje de nostalgia y unión a través de la música a los peruanos. Que bien por los jovenes por interesarse en la lectura, aunque desconocía de la joven escritora que tanto llamó la atención esta última semana. Será motivo para investigar un poco sobre su temática sin descuidar a nuestros grandes literatos. ¡Gracias Dante!

  2. Gustavo

    Los que tenemos hijos adolescentes, no sorprende que lean sagas de libros de tres a cinco tomos, historias continuas y con un argumento simple, la vida adolescente, si es constructivo o indiferente, eso lo dejo a los analistas, pero lo mismo puede suceder en la TV, los adolescentes preferirían ver una telenovela coreana que un documental de la BBC. No ha cambiado mucho solo es el medio y no hay porque sorprenderse.

  3. Lebasi

    Gracias por su artículo. No conocía a la joven autora mexicana Flor M. Salvador, ni conocía de la plataforma Wattpad. Investigaré sobre la escritora y esa plataforma.

  4. R. Eduardo

    Soy adolescente. Siempre leo y escucho sus artículos, pero ya conociendo bastante los medios de Wattpad y la literatura juvenil actual, de lo que me eh dado cuenta es que es una literatura bastante mala. Los temas que abordan siempre son los mismos: relaciones toxicas, infantilización de comportamientos, muchas escenas eróticas como gancho a lectores, mala escritura (sucede mucho, las editoriales ni se dan el tiempo de ver si esta bien redactado, lo pasan nomas). Lo que fastidia es que se romantizan estos comportamientos y esto solo termina perjudicando a los adolescentes, aparte de que varios autorxs terminan escribiendo libros igual de mal escritos en Wattpad, porque ese es el mercado de donde saben las editoriales que sacan ganancias.
    La verdad, es más difícil encontrar un libro de etiqueta ‘literatura juvenil’ que destaque por su genialidad que por el escandalo de sus fans. Me encantaría que de verdad hubiera más literatura juvenil de calidad, como «Persona Normal» de Benito Taibo o «El Cuaderno de Maya» de Isabel Allende. Pero eso es lo que hay, por ahora.
    Igual, gracias por escribir, me hizo pensar en la poca atención que recibe la literatura juvenil.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Volver arriba