Las mujeres de ministras


¿Es factible que el feminismo invada la política peruana?


Cuando Pedro Castillo designó su primer gabinete, la ciudadanía peruana, antes polarizada, se unió de repente en una premisa: aquel gabinete había dejado de lado a las mujeres. Solo dos ministerios habían mantenido la tradición de ser liderados por mujeres. Los grupos alineados a la izquierda observaron esto como un retroceso en lo logrado hasta el momento en términos de representación paritaria en el ejecutivo y los grupos al otro lado del espectro calificaron la decisión de Castillo como misógina y reclamaron a las feministas por su silencio ante tal injusticia. 

Denunciar la misoginia y las desigualdades de género es un lugar común entre personas progresistas. Lo asombroso en estas circunstancias fue ver a colectivos que usualmente no comparten esa preocupación, recurrir a la retórica sobre la violencia simbólica hacia las mujeres. El discurso proigualdad se volteó para culpar, precisamente a las feministas. Aunque todas y todos reprochaban la misma decisión con argumentos similares, las razones detrás eran claramente distintas y eso quedó claro con la designación del nuevo gabinete. 

Mirtha Vásquez fue designada la semana pasada como la primera ministra del gabinete que reemplazará al anterior clasificado como misógino e inequitativo. En este caso, el protagonismo sí lo lleva una mujer. El problema, para el mismo grupo que antes cuestionaba a las feministas por su ausencia en el debate, es el “feminismo” de Vásquez. Algo en su agenda y accionar previo ha llevado esos críticos a calificar su designación como la invasión del feminismo en los espacios de toma de decisión. 

Sin embargo, la incorporación del feminismo en la esfera política necesitaría mucho más que una primera ministra feminista. Necesitaría más, incluso, que tener a la mitad del Congreso representada por mujeres o un sistema de gobierno paritario. 

De hecho, el gabinete Vásquez tampoco es paritario. De los 19 puestos, cinco son ocupados por mujeres. Tres de ellos dedicados a la atención de desigualdades: el Ministerio de Cultura, el Ministerio de Desarrollo e Inclusión y, evidentemente, el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables. Una mujer ha sido designada para presidir un gabinete que, al mismo tiempo, cae en lugares comunes sobre el tradicional rol social de cuidado esperado de las mujeres.

A partir de 1997 los partidos políticos tienen la obligación legal de incorporar a las mujeres en sus listas de candidatos al Congreso. Aquella vez se determinó que ellas representarían el 25% de las listas. Desde el 2000, el porcentaje subió a 30%. De forma parecida, en las listas de regidores presentadas a las elecciones municipales, al menos el 25% debía estar conformado por hombres o mujeres. Estas medidas surgieron con la intención de paliar la ausencia de las mujeres en espacios de toma de decisión. Lo lograron, con matices, aunque eso haya significado tener en distintos niveles de gobierno mujeres con ideologías conservadoras. El llamado feminismo continuó quedando fuera. 

Recientemente se han incorporado a nuestro sistema político la paridad y la alternancia en las elecciones. Esto quiere decir que todas las listas deben presentar igual cantidad de hombres y mujeres de forma intercalada. ¿Esto asegurará que el feminismo ocupe más lugar en la política? Es una posibilidad, pero no un hecho. La participación de las mujeres en política no es sinónimo de una “reforma feminista”. 

Algo que sí conseguimos con designaciones como la de Mirtha Vásquez y la incorporación de la ley de paridad y alternancia es mejorar nuestra reputación como país a nivel internacional. Una primera ministra y una medida que mejoraría las condiciones de participación política de las mujeres se alinea absolutamente con el Objetivo de Desarrollo Sostenible #5: La Igualdad de Género. Impulsado por la Organización de las Naciones Unidas, este objetivo se propone poner fin a todas las formas de discriminación contra las mujeres y niñas como un derecho humano básico que, además, contribuye al desarrollo de la humanidad. 

Feministas o no, la presencia de mujeres en política contribuye a aliviar desigualdades estructurales. Eso nos hace bien a todas y todos. 

1 comentario

  1. Claudia

    Buen día Sharum!
    Me hace feliz que escribas estas líneas.
    En cuanto a la pregunta del artículo, creo que ni feminismo ni machismo en la política. Al contrario la tendencia saludable sería: mi yo mujer reconoce en el otro mi yo varón y viceversa.
    Abrazos

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