Las mujeres de ciencia están donde no miramos


Una historia que va desde Madame Lavoisier hasta nuestras enfermeras 


En 1788, Jacques-Louis David retrató a Antoine Lavoisier y a su esposa, Marie Anne, acompañados de los objetos que usaban en su laboratorio químico. Esta imagen de los padres de la química moderna es considerada uno de los retratos más importantes del siglo XVIII y también se ganó un lugar como “dato curioso” en mi libro de Química de tercero de secundaria. 

            El retrato original se encuentra en el Museo Metropolitano de Nueva York, en cuya página web se titula como “Antoine-Laurent Lavoisier (1743–1794) y su esposa (Marie-Anne Pierrette Paulze, 1758–1836)”.  No soy la única que piensa que la importancia de Marie-Anne para la química moderna exige que la saquen de esos paréntesis, y que tal título no refleja lo que muestra la pintura: en ella Marie-Anne es la figura central, no lo es Antoine. La luz del retrato nos lleva a mirarla fijamente, de la misma forma admirada en que lo hace su esposo, mientras escribe sentado y rodeado de los objetos del laboratorio. En otro mundo, pues, la obra se titularía “Marie-Anne Pierrette Paulze (1758–1836) y su esposo (Antoine-Laurent Lavoisier, 1743–1794)”. 

            Quien conozca la historia de Marie-Anne sabrá que su lugar destacado en el retrato no se debe a ser solo la esposa de Lavoisier. Algo que mi libro de Química no mencionó es que su rol en el laboratorio de los Lavoisier fue tan valioso como el de su esposo. Ambos revolucionaron el mundo de la química aportando precisión a sus descubrimientos mediante la realización y la publicación detallada de sus experimentos. La formación privilegiada de Marie-Anne fue clave para este fin, pues fue ella quien tradujo del inglés textos cruciales para sus estudios químicos. En parte, los descubrimientos de los Lavoisier tuvieron un gran impacto por la forma en la que fueron presentados: con diagramas, protocolos, observaciones, esquemas y otros detalles realizados de forma minuciosa por Marie-Anne. 

            El retrato de los Lavoisier también pinta de cuerpo entero el rol de la mujer en el campo científico: al centro de la imagen, iluminada de saber, clave en la creación de conocimiento, pero entre paréntesis en el título. 

            La Academia tiene muchas formas de reconocer la producción de conocimiento: otorgar títulos, publicar en determinadas revistas, alcanzar niveles de impacto con las publicaciones, el número de citas, el número de congresos a los que se asiste, la obtención o no de una posición fija en una universidad. Pero, a veces, deja de lado la última milla de la producción del conocimiento: la aplicación y su comunicación. Retratar la ciencia de esta forma hace que ignoremos muchas historias y formas de transformar el conocimiento.

            Marie-Anne mirándonos de frente nos exhorta a pensar en otros casos de mujeres que se encuentran entre paréntesis, aunque su trabajo sea central para la promoción de la ciencia. La constante pregunta de cómo motivamos a más mujeres en la ciencia debe estar acompaña sobre cómo una visión cuadriculada de la misma nos lleva a ignorar su labor.

            Una de las maneras que existen de encasillar a la ciencia es privarla de sentimientos. Tania Pérez-Bustos nos propone una visión distinta: la ciencia como acto de cuidado. En su artículo “Working with care: experiences of invisible women scientists practicing forensic genetics in Colombia” nos introduce al mundo de las mujeres forenses en Colombia. Un mundo que suele ser invisible para la sociedad, pero que ocupa un rol central para visibilizar a las víctimas y a quienes perpetúan los crímenes. Ellas no ven a los cuerpos que llegan a sus laboratorios como “muestras”, sino como personas, como historias que la ciencia puede ayudar a contar. 

            La labor de estas mujeres no se realiza en un ambiente como el de la serie C.S.I., donde los experimentos se hacen en minutos y donde cada capítulo termina con un crimen resuelto. Todo lo contrario. Su labor es parte de un proceso que continúa escribiéndose: la reconstrucción nacional tras décadas de conflicto armado en Colombia. Con dificultades técnicas y presupuestos limitados, las mujeres forenses de Colombia transforman sus conocimientos de genética, anatomía y fisiología en un medio de cuidado que se traduce en respeto a las víctimas y a sus familias. 

            Es precisamente este respeto lo que hace que esta labor sea invisible para la maquinaria de producción científica. Por privacidad, muchas de estas historias no son contadas en congresos o publicaciones científicas, ni son traducidas al inglés para obtener el reconocimiento académico que filtra quién es y quién no es un científico. Para ellas la validación no se encuentra en la Academia y el mundo anglosajón, pero está en la audiencia central de sus resultados: las familias de las víctimas que la ciencia ayuda a reconocer. A través de ellas vemos a la ciencia como una forma de querer al resto y de reparar a una nación rota. 

            Hoy lunes, que empieza la segunda etapa de la campaña de vacunación, también vamos a tener a muchas mujeres mirándonos de frente y aplicando no solo la vacuna de Pfizer, sino también un conocimiento recolectado durante décadas. El debate político nos ha llevado a decir de forma muy ligera “que no sabemos vacunar” o “que no vacunamos lo suficientemente rápido”. 
Un discurso que nada tiene que ver con los hechos nos lleva a invisibilizar el conocimiento resguardado por miles de mujeresenfermeras. Gracias a ellas ahora podemos decir que en el Perú la mayor parte de la población está protegida contra la polio, el sarampión y otras enfermedades que ya no recordamos gracias al éxito de las campañas de vacunación. Si ver aterrizar las vacunas en el Jorge Chávez nos emocionó, ver llegar a las enfermeras a todos los rincones del Perú cargadas de las vacunas nos debería llevar a las lágrimas. 

            Su miramos más allá de los espacios académicos, notaremos que el valor de las enfermeras no está solo en la última milla, sino también en el diseño de la tecnología. Investigadoras como Udaya Lakshmi, nos invitan a repensar el rol de las enfermeras como “diseñadoras” y como “enfermeras makers”. Todos hemos estado frente a una de ellas en algún hospital y hemos sentido que los dispositivos médicos no están diseñados para la realidad. En muchos casos, el día a día de un hospital escapa al conocimiento de los diseñadores, y son las enfermeras quienes dan ese toque final para adaptar la tecnología a su contexto, ya sea inmovilizando una vía con cinta adhesiva, o aplicando su destreza para exprimir una sexta dosis de vacuna donde se suponía que venían solo cinco

            Hoy, en el Día Internacional de la Mujer, veremos centenares de retratos, no especialmente en los museos, sino en redes sociales. Son mujeres que nos mirarán a través de la pantalla y nos recordarán que la ciencia no solo se hace siendo Marie Curie o Marie-Anne Lavoisier: la ciencia también se hace de forma anónima, fuera de los congresos y las publicaciones, y se hace en español, en ambientes de cuidado y cariño. 

2 comentarios

  1. Fátima

    No sabia de Marie-Anne Lavoisier, gracias por el artículo, fue informativo e inspirador

  2. Angie

    Muchas gracias Alejandra por la excelente información, por hacernos ver la ciencia desde otra perspectiva y por motivarnos a aprender.

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