Ladran, Sancho*


La verdad de las mentiras en la adaptación de “Un mundo para Julius”


Esta semana fui parte del titular de un artículo de Aldo Mariátegui en Perú 21 a propósito de mi rol como productora de la película Un Mundo para Julius (2021) de Rossana Díaz Costa y, además, me enteré de que nos dedicó un programa completo en Willax TV. 
En su artículo, Mariátegui anota: “Lo curioso es que Díaz Costa tuvo la ayuda de la historiadora Natalia Sobrevilla, que debió aportar rigor por su profesión”. Me pregunto si Aldo habrá leído La verdad de las mentiras (1990), el libro donde Mario Vargas Llosa asevera que la importancia de la ficción está en que nos permite acceder a una verdad que puede ser aun más cierta que la realidad, porque altera y transforma la vida añadiéndole sueños, inquietudes y tergiversaciones. 

La ficción, Aldo, no es Historia. El rigor de mi profesión no viene al caso en una obra literaria, y menos aún en una adaptación de esta al cine. Alfredo Bryce Echenique no escribió una obra sociológica, escribió una novela. Rossana Díaz Costa no ha hecho un documental –aunque el documental tiene también de ficción, pero mejor no nos distraigamos con eso–. Sin embargo, no debe olvidarse que la intención de la citada novela conlleva claramente la crítica social, algo que el mismo Bryce viene repitiendo desde su publicación en 1970, hace más de cincuenta años. 

A Mariátegui le irritó “cómo se había acomodado una novela entrañable para politizarla y alimentar odios y resentimientos”. Parece que la relectura que dijo haber hecho no le ha servido de mucho, porque el libro no es una evocación de lo hermosa que era la vida de la clase alta limeña en la década del cincuenta: es una novela de aprendizaje en la que un niño de una familia acomodada, que vive muy solo y muy aislado, se va dando cuenta poco a poco de lo injusto que es el mundo en el que vive.

El mismo Bryce Echenique ha repetido en varias entrevistas que la adaptación de Díaz Costa es un acierto porque ha logrado destilar la esencia de su novela. Hace algunas semanas,  Renato Cisneros le preguntó en su programa –ver el minuto 44– “si pensaba que la Lima de la novela y la de la película se parecen a la Lima de hoy”. La respuesta de Bryce fue tajante: “Las clases altas siguen siendo iguales, alejadas de la realidad, crean una realidad sui generis, una realidad de ellos, y todo esto se repite igual que en aquellos tiempos y la insensibilidad social también es la misma. Fundamentalmente, la idea de aislarse y encerrarse en una casta, en una clase, es la misma”. 

Como subrayando esta última idea, la noche del 19 de mayo –el mismo día que se publicó la columna de Mariátegui– a Bryce le preguntaron qué le parecía el final que había añadido Díaz Costa, esa toma que trae el mundo de la novela al presente al mostrar cómo uno de los barrios más pudientes de Lima está separado de uno muy pobre con un muro infranqueable, la cual es una de las escenas que más ofendió a Mariátegui. La respuesta de Bryce fue: “Yo creo que es un logro más de la película, la película toma vuelo propio, va con sus propias alas y la literatura se convierte en un soporte, nada más”.

Este es el principal problema que tiene Mariátegui cuando quiere fungir de crítico de cine, no comprender que se trata de dos medios diferentes e independientes el uno del otro, que se alimentan entre sí, pero que buscan y logran cosas distintas. Curiosamente, y por ello mismo, a causa de su artículo me empezaron a llegar infinidad de mensajes con ejemplos de escenas memorables del cine que no aparecen en las novelas en que se basan. 

Lampedusa no escribió en El Gatopardo “si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie”, que es lo que le dice Tancredo a su tío en la película de Visconti. La idea estaba ahí en la novela de 1958, pero la versión cinematográfica utiliza otros fraseos para transmitir lo mismo. También podríamos preguntarle a Aldo qué le pareció que Lombardi aceptara añadirle a su adaptación de La ciudad y los perros(1985) esa frase que Vargas Llosa no escribió: “¿Quiere que le regale una foto mía calato?”. O qué opina de que la frase “elemental, mi querido Watson” sea tan popular debido a una adaptación cinematográfica de 1939, a pesar de que Conan Doyle nunca la escribió. No se trata de hacer una lista de lavandería, pero también le puedo recomendar a Aldo que se enfoque en estas diferencias entre la novela La naranja mecánica y su adaptación cinematográfica para indagar más en el arte de adaptar libros al cine.

Pensándolo bien, creo que en el fondo lo que más le molesta a Aldo es que seamos dos chicas que fueron al “exclusivo colegio San Silvestre” las que nos hayamos encargado de poner en marcha esta adaptación. Le recomendaría, finalmente, el libro de Grompone, Reátegui y Rentería –De qué colegio eres. La reproducción de la clase alta en el Perú–, para empezar a procesar ese afán que se tiene en los estratos acomodados para considerar algo así como “traidores de clase” a los integrantes de esos entornos que se atreven a señalar las taras que los rodean. 

Sin embargo, honestamente, a la larga deberíamos agradecerle su artículo.  Nos ha brindado la oportunidad de recordar que la película ha vuelto a cartelera y que se puede ver en el Centro Cultural de la Universidad Católica, el alma mater donde nos formamos Rossana, Aldo y yo.

(*) Frase que nunca aparece en El Quijote.

4 comentarios

  1. Luis Lama

    Las comparaciones entre cine y literatura son acertadas. Pero lo que no dice Mariategui ni Sobrevilla es que la película es muy mala. No se puede hacer adaptación alguna con un guión tan mal escrito y una edición tan rutinaria. Por su parte la direccion de actores es muy mala y no hay uno solo que sea verosimil. «Un mundo…..» se prestaba para una gran película o quizás mejor ua teleserie de 8 capítulos pero la directora carecia de la pericia para lograrlo. El final parchado de la película es tan burdo tan primario que un afcionado de colegio de primaria lo hubiera hecho mejor.
    El cine merece mas respeto y nadie puede ser engañado. Así Bryce haya quedado «satisfecho». De lo contrario pueden preguntarle a cualquier critico de cine por qué han mantenido un piadoso silencio.

  2. Nancy Goyburo

    Bien, Natalia! Le diste de alma a Aldo Mariátegui. Se lo merece!

  3. AC

    Buenísimo artículo. Me pregunto si Alditus tendrá la capacidad de saber leer y ver.

  4. Andrés Huguet Polo

    Muy buen artículo de Natalia Sobrevilla. Una tanda para Alditus.

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