La confianza como factor contra la pandemia
A diferencia de lo que dice el saber popular, los hechos no hablan por sí solos. En muchas ocasiones, los hechos ocupan un lugar secundario después de las historias, los sentimientos y, en especial, de la confianza. Aunque en los ambientes científicos se habla con los hechos por delante, los detalles externos no son ignorados del todo, puesto que estos construyen la confianza alrededor de los hechos. La información científica se valora por su objetividad y replicabilidad, pero también por la institución de origen, la trayectoria de sus productores y hasta el país donde se produce la información.
Un ejemplo palpable de cómo los hechos no son suficientes es nuestra relación con el tabaco. Fumar es parte de la vida de muchas personas, a pesar de que sus repercusiones negativas estén retratadas en cada cajetilla de cigarros. De forma constante o esporádica, las personas continúan fumando aunque no exista evidencia que avale que fumar presente algún beneficio para la salud.
Si los hechos determinantes que aseguran que fumar es malo para la salud no son suficientes para convencer a los fumadores, ya podemos predecir lo difícil que es producir un cambio cuando los hechos no son contundentes. La pandemia ha producido innumerables ocasiones en que la evidencia no ha sido la suficiente para explicar la realidad, y en estos casos una gran cuota de confianza terminó por completar la ecuación.
Nuestra experiencia nacional nos presenta un caso de estudio: Martín Vizcarra. Al inicio de la pandemia, el coronavirus era sinónimo de incertidumbre. Las noticias de nuevos brotes llegaban desde China, Italia y Estados Unidos, pero la información certera demoraba en llegar. Vizcarra anunció cuarentena nacional en un momento en el que no se sabía con certeza los medios de contagio del virus, el grado de riesgo de los asintomáticos, ni lo improbable que era contagiarnos por recibir un paquete.
En aquel clima de perplejidad la cuarentena absoluta parecía la única solución, pero necesitaba de una confianza total en nuestras autoridades. El antes llamado “nuestro presi” usó sus dotes paternales para mirar fijamente a la cámara y pedir nuestra confianza mientras que también nos pedía que nos uniéramos en comunidad y cerráramos las puertas al virus: la información era poca, la confianza era grande.
Meses después la situación no podría ser más diferente. Vizcarra traicionaría nuestra confianza una y otra vez, hasta el punto máximo de vacunarse a espaldas de la población y de manera ilegal. La confianza depositada en Vizcarra se transformó en desconfianza hacia la vacuna de Sinopharm. Para muchos, la publicación de sus estudios, su aprobación por parte de la OMS y la vacunación del personal médico no son hechos suficientes para aceptarla. En redes sociales y en testimonios de WhatsApp muchos creen que el único motivo por el cual esta vacuna se distribuye en nuestro país es por las jugarretas del “expresi”. La desconfianza hacia Vizcarra va primero; la salud en segundo plano.
Volviendo al presente, nos podría parecer que el coronavirus es ya un viejo conocido. Las dos previas olas de contagios nos han enseñado mucho y, aunque nos encontramos con el registro de fallecidos más bajo desde el inicio de la pandemia, la variante delta no debería ser ignorada.
Los últimos estudios —y documentos filtrados— nos alertan que el enemigo ha cambiado. Esto es un hecho. La variante delta es más contagiosa, produce una mayor carga viral, y se necesita a una gran parte de la población vacunada lo antes posible. Pero las interrogantes también están presentes: no conocemos qué porcentaje de la población necesita estar vacunada para evitar una nueva ola, ni cuál es la mejor manera de proteger a los más vulnerables, ni tampoco cómo aguantarán nuestros protocolos a los retos creados por esta nueva variante. Estas interrogantes nos colocan en una situación que conocemos muy bien: tomar decisiones sin tener toda la información.
En este escenario, cuando los datos son incompletos, la confianza tendrá un papel importante y será un gran reto para nuestro nuevo presidente. Castillo empieza su mandato con un porcentaje de la población en extrema desconfianza. Otros sectores se mantienen expectantes. Algunos ya se han desanimado tras las muestras de improvisación y desorden de los primeros días. Y en el otro extremo, hay quienes ya están cegados de confianza.
Como ciudadana, espero que nuestro presidente se adelante a la tercera ola de la variante delta. Ya hemos perdido 180.000 peruanos por causa del coronavirus. No necesitamos medir la confianza en el nuevo presidente en resolver la tercera ola, necesitamos que él se gane nuestra confianza evitándola. O, por lo menos, saber qué está haciendo para evitarla. Asumo que en política, evitar lo que no se puede ver no brinda ninguna ganancia, pero empezar un gobierno con una tercera ola de fallecidos por la variante delta es el peor escenario posible. Para todos. No solo para el gobierno.
Con la variante alpha solíamos tener una tregua de dos semanas antes de empezar a ver el aumento de casos. Pero al ser la nueva variante más contagiosa, podríamos empezar a ver el aumento de contagios y hospitalizaciones de forma más temprana. Por ello, el gobierno no debe responder a las interrogantes que plantea la variante delta con mayores interrogantes producidas por su falta de información. Mayores certezas deberían darse esta semana con el arribo y distribución constante de las vacunas, evitar vacunaciones irregulares, el ajuste de protocolos ante la nueva variante —especialmente con el retorno a clases— y la esperada vacunación de nuestro presidente. La desconfianza hacia Castillo no puede anteponerse a la salud de nuestro país.
“ La desconfianza hacia Castillo no puede anteponerse a la salud de nuestro país “ suena muy razonable y así debería ser, pero que hacemos con la realidad en la que está inmersa nuestro país ?
Como bien señalas, primero los hechos y despues la confianza; tarea de Castillo y su gobierno dar señales (hechos) positivas que se reflejen en los indicadores para generar confianza.
Si el presidente no pone como prioridad mayor la vacunación de nada vale mejorar la economía o hacer promesas que no podrá cumplir. Así como la necesidad de seguir con los equipos técnicos actuales incluso hasta dotarlo de lo mejor y no cambiar o colocar improvisados.
ATENCIÓN, PERÚ
¡Atención, Castillo!
Saludos