La primera presidenta del Perú


Un puente entre Dina Boluarte y otra “presidenta” peruana


Los acontecimientos que llevaron a que Dina Boluarte se convirtiera en la primera mujer en ejercer la presidencia del Perú son tan conocidos como difíciles de explicar. En poco más del tiempo de un partido del Mundial con alargue y penaltis, Pedro Castillo pasó de ser presidente a un fallido golpista, después de un sorpresivo mensaje a la Nación en el que anunció su intención de disolver el Congreso y quebrantar el orden constitucional.

A las tres de la tarde del 7 de diciembre de 2022, el Congreso le tomó el juramento a la abogada nacida en Apurímac y sus próximos pasos nos mostrarán el rumbo que tomará su administración y si tiene realmente posibilidades de quedarse en el cargo hasta el 2026, como dijo en su juramento, o si, de lo contrario, llamará a elecciones adelantadas, porque de momento no tenemos información suficiente ni para especular. Mientras escribo esto, su primer gabinete acaba de juramentar, se comienza a discutir sobre la idoneidad de sus ministros.

Se ha dicho bastante sobre la brevedad del golpe de estado de Castillo y de cómo nunca se había visto un intento tan efímero de tomar el poder. Sin embargo, poco es lo que se ha escrito sobre las experiencias previas de las mujeres cercanas al gobierno. Pareciera no ser coincidencia que el año en que Boluarte se ha convertido en la primera mujer que ha llegado a la presidencia, los peruanos hayamos visto la publicación de un libro y el estreno de una obra teatral musicalizada sobre Francisca Zubiaga de Gamarra, también conocida como La Mariscala, la mujer que estuvo más cerca de ejercer el poder de la presidencia de la República del Perú, aunque fuera desde la sombra.

En el libro mencionado, Claudia Núñez explora la vida de Pancha Gamarra con las dificultades que acarrea escribir sobre alguien que no dejó su propia versión de los hechos, ya que no hay textos suyos, por lo que solo podemos conocerla desde la visión de otros. El musical, por otro lado, nace de la colaboración entre María Elena Arce y la misma Núñez, con la dirección y musicalización de Mateo Chiarella y Luis Tuesta, y con música del Chino Sabogal y Gonzalo Polar, y presenta de manera dramática los sucesos principales de la vida de la Mariscala. A pesar de que la temporada ya terminó, la música se puede escuchar aquí, en Spotify. Quizás para quienes no conocen los detalles de los eventos principales no sea fácil seguir la narración de las intrigas palaciegas, los múltiples personajes y las contradicciones a las que tuvo que enfrentarse Francisca, pero, pese a ello, el espectador se lleva consigo la impresión de que se trató de una mujer excepcional que dejó su marca en un mundo hostil.

¿Pero quién fue Francisca Zubiaga en la vida real? Fue una cusqueña de una familia acomodada que se rehusó a vivir en un convento y se casó muy joven con uno de los militares en ascenso de las Guerras de Independencia. Agustín Gamarra, hijo de una familia de notarios, comenzó su carrera militar en 1809 defendiendo a la Corona en los Andes, pero decidió cambiar de bando con la llegada de San Martín, convencido de que tendría mayores oportunidades. No se equivocó, ya que después de ser el jefe de Estado Mayor del Ejército en la Batalla de Ayacucho, fue nombrado prefecto del Cusco, su provincia natal, y fue allí donde en 1825 recibió a Simón Bolívar en una ceremonia que estaba diseñada para que su joven esposa le ciñera al libertador una corona de oro, perlas y diamantes que hoy reposa en el Museo Nacional de Bogotá.

La carrera política y militar de Gamarra continuó en ascenso en los primeros años de la República y Pancha lo acompañó por los campos de batalla y en los salones de intriga, siempre vestida con uniforme militar. Las botas con espuelas de oro y los chaquetines ceñidos adornados con charreteras doradas fueron sus características principales, y cuando su esposo gobernó entre 1829 y 1834 ella fue el poder detrás del poder, enfrentándose con los enemigos del presidente cuando él peleaba contra los insurgentes en el sur de país. Han llegado hasta nosotros las leyendas de que utilizaba su fuete para golpear a los oficiales que le faltaban al respeto, así como forzó al vicepresidente Antonio Gutiérrez de la Fuente, que conspiraba contra su marido, a que terminara en el exilio.

El final político de la Mariscala fue la Guerra Civil de 1834. Gamarra le había dejado la presidencia a Luis José de Orbegoso después de que el Congreso se rehusara a elegir al candidato que él había designado, Pedro Bermúdez. A los pocos días de que Orbegoso tomara el mando, el nuevo presidente se dio cuenta de que no tenía el apoyo del Ejército y se refugió en los Castillos del Real Felipe en el Callao. Fue ahí que Bermúdez dio un golpe de estado y estalló una guerra civil, porque la mayoría en la ciudad de Lima no lo apoyaba. Gamarra escapó a la sierra para intentar reunir un ejército y la Mariscala se quedó en Lima organizando la defensa con Bermúdez. Pero, sin apoyo, fueron forzados a retirarse. Al poco tiempo Pancha Gamarra partió al exilio, donde murió.

Algunos dirán que la historia de Francisca Zubiaga se asemeja en algo a la de Nadine Heredia, la esposa del expresidente Ollanta Humala, a quien algunos todavía consideran que era el poder detrás del poder. Hoy, que Boluarte debe orquestar como presidenta constitucional un gabinete funcional y acallar las protestas de quienes piden un adelanto de elecciones, veremos si tiene maña política o si —como la Mariscala— se verá forzada a dejar el poder. 

Queda mucho por atestiguar, porque esta etapa de la crisis política permanente en que vivimos, recién comienza.

Lo que sí es claro es que, nuevamente, una mujer es una de las protagonistas. 


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1 comentario

  1. Lucho Amaya

    Respetuosamente, no se trata, creo, pienso, de acallar las protestas, sino de convocar a nuevas elecciones, pero, pero, no de forma apresurada (para no seguir en lo mismo).
    Y los hermanos que protestan bien que pidan elecciones, pero mal, muy mal, pésimo, que pidan que liberen al golpista y corrupto Castillo.
    No fue el de Castillo un gobierno de profesores.
    Saludos.

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