La política del silbato de perro


¿Qué no estamos escuchando detrás del nombre del “Ministerio de la Familia”?


Cuando se utiliza un silbato para perros, el sonido emitido es imperceptible para los seres humanos. Solo “los mejores amigos del hombre” son capaces de escucharlo. Es por ello que en la política estadounidense se conoce como “política del silbato de perro” –dog whistle politics– a esas acciones que buscan generar la reacción de un determinado grupo, sea positiva o negativa, sin que esto genere rechazo en el resto de la sociedad. 

Un ejemplo de ello ocurrió con Barack Obama en la década pasada. Ser afrodescendiente y tener un padre africano generaron en la ultraderecha todo tipo de teorías conspirativas, desde que era secretamente musulmán, hasta que en realidad no era estadounidense, sino que había nacido en Kenia, rumores que no mostraban ningún tipo de evidencia y se fundamentaban en el racismo y xenofobia de un sector de la población que suele votar por la derecha que era opositora de Obama. Como los líderes del partido de derecha no podían expresar ninguna de estas teorías públicamente porque ello hubiera generado la indignación de los sectores más moderados de la sociedad, los noticieros afines encontraron un camino en la política del silbato de perro: varios periodistas empezaron a referirse al presidente demócrata por su nombre completo, Barack Hussein Obama. Esto no ocurrió con George Bush Junior, cuyo segundo nombre era Walker; ni pasa ahora con Joe Biden, cuyo segundo nombre es Robinette. ¿Por qué usarlo en el caso de Obama? Porque era la manera de recordarle a los radicales que el presidente tenía un segundo nombre extranjero y de Medio Oriente, alimentando así las teorías conspirativas sin hacer referencia a ellas. El silbato solo sonaba para los radicales, mientras que para el resto de televidentes era simplemente el nombre completo del presidente. 

En la política del silbato de perro, la “familia” es un término muy utilizado. Cuando un candidato a un cargo público en Estados Unidos o Latinoamérica se define como “profamilia”, para muchos electores no significa nada en particular. Es solo un candidato que reconoce la importancia de la familia en la sociedad, algo sin duda positivo. Pero para quienes están involucrados en el debate sobre los derechos LGBT+, el mensaje es clarísimo: se opone al matrimonio igualitario. ¿Por qué? Porque en la narrativa de los sectores ultraconservadores, el reconocimiento del matrimonio entre personas del mismo sexo significa un ataque al matrimonio heterosexual y, por lo tanto, un ataque a la “familia tradicional” constituida por papá, mamá e hijos: el único tipo de familia que reconocen. 
En otras palabras, llamarse profamilia es un eufemismo para decir que se oponen a la igualdad de las parejas homosexuales. De esta forma, un candidato que se llama profamilia, transmite un mensaje claro a estos sectores ultraconservadores sin llamar la atención de los electores moderados.

Hablar de la política del silbato de perro es relevante ahora en nuestro país a raíz de la reciente polémica por el intento de cambiar el nombre al Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables por el de Familia y Poblaciones Vulnerables. Para terceros de buena fe, que no se encuentran vinculados a los temas que se tratan en dicho ministerio, el debate podría parecerles inocuo y poco relevante. Algo casi anecdótico. Es que el sonido del silbato no está llegando a sus oídos. 

Pero el silbato sí daña los oídos de las personas feministas y de quienes trabajan por la igualdad de género. Históricamente, la “familia” ha sido usada como excusa para desconocer los derechos que deben tener las mujeres. Para relegarlas, o invisibilizarlas, con la excusa de estar protegiendo la unidad familiar. Hasta hace pocas décadas, si una mujer quería trabajar y su esposo no estaba de acuerdo, podía impedirlo legalmente. Los casos de violencia familiar se consideraban asuntos privados, donde no debía intervenir nadie de fuera. Incluso estaba establecido que, legalmente, era imposible que un esposo pudiera abusar sexualmente de su esposa, aunque la estuviera obligando a tener relaciones contra su voluntad. La mujer no estaba en una situación de igualdad legal con el hombre: sus derechos y su valor social estaban fundamentados solamente según el rol que cumplían como parte de una familia. 

Entonces, cambiar el nombre del ministerio quitando a la “mujer” y colocando a la “familia” no solo es un tema nominal; es algo que resuena en todos quienes han estado involucrados en esas batallas. No es coincidencia que esta iniciativa de cambio de nombre se esté dando en toda la región, promovida siempre por sectores conservadores antifeministas.

Este silbato también resuena en los oídos de las personas LGBT+. El Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables se ocupa de los temas vinculados a estas comunidades, cuenta con dos mesas de trabajo permanentes para este fin y con políticas públicas que involucran enfoques de género y de diversidad. Por lo que les comentaba líneas arriba, un Ministerio de la Familia a secas no incluiría en su rol a todas las familias en su diversidad: quienes impulsan esta idea tienen en mente al único tipo de familia que reconocen, la “familia tradicional”.  

Nada de esto es ajeno a quienes impulsan esta iniciativa legislativa. Los congresistas saben que este proyecto es solo “simbólico”, pues no tienen la capacidad legal para cambiar el nombre del ministerio, competencia exclusiva del Poder Ejecutivo. Pero esto no les importa. Lo que ellos quieren es posicionarse dentro de un debate más amplio, buscando el apoyo de los sectores anti-igualdad de género de la población, sin que ello implique un discurso que pueda alienarlos de los votantes moderados. 

No olvidemos que estamos en un año electoral, en el que se eligirán a autoridades distritales, provinciales y regionales. Muchos políticos consideran que los sectores anti-igualdad de género tienen buena capacidad de movilización y propaganda, en un contexto donde son pocos los actores sociales con ese nivel de agencia. Me temo, por lo tanto, que en los próximos meses el silbato para perros seguirá sonando fuerte para quienes puedan oírlo.

4 comentarios

  1. Beatriz

    Libertad e igualdad en todos los espacios,

  2. Mery Alvarado

    Excelente artículo!! Hay que estar atentos.

  3. Karla Bedoya Bonelli

    Las mujeres más vulnerables quedarán en desamparo, ¿Cómo se le denominará al CEM?
    Cada día hay más mujeres violentadas que recurren por ayuda a esa oficina,
    ¿Cómo quedarnos atentos y observando y no actuar ante este engaño disfrazado de cordero, cuando claramente es un Lobo misógino, homofóbico y machista?
    Alberto, luego de este Silbato que nos pone en autos, ¿Qué hacer y cómo?

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