La nostalgia que nos polariza 


Relatos que comparten The Crown, Trump y Antauro Humala


Me he puesto al día con la última temporada de esa telenovela tan magníficamente realizada que es The Crown y, quizá porque a estas alturas recrea episodios históricos que me tocó espectar siendo un veinteañero, y porque hoy mismo el Reino Unido vive momentos inciertos, me zumba esa nostalgia de los tiempos imperiales que inunda a sus personajes de alcurnia. 

En un capítulo, por ejemplo, a la reina Isabel II y a su consorte les duele comprender que el yate real Britannia, antiguo símbolo de la familia Windsor y de su protagonismo en las colonias ultramarinas que luego formaron parte de la Commonwealth, deba ser retirado como un vejestorio de los mares luego de 44 años de servicio. La amargura de los cónyuges no se debe solo a que el gobierno de Major se niegue a pagar una nueva embarcación, sino a que con el Britannia partirán los ecos de una grandeza que no volverá.

Territorio insular y con orgullo justificado por su protagonismo en la historia moderna de Occidente, el Reino Unido vio un declive de su influencia geopolítica y económica en el siglo XX, aunque no desde el punto vista cultural: quién sabe si el genio de sus músicos, escritores y artistas visuales no mantuvo vivo, como un espejismo, un rol principal que en la práctica había pasado a manos de Estados Unidos, Japón, China y Alemania, por citar a algunas potencias. Lo malo de vivir de espejismos, sin embargo, es que la realidad aplasta a la larga.

Quienes en 2016 vimos anonadados cómo el Reino Unido votó por el Brexit no supimos cómo explicar esa fiebre masiva. Con los años han surgido hipótesis de índole político y social, pero quizá no debamos dejar de señalar como trasfondo de todas ellas algo del espíritu que tan bien recoge The Crown en sus últimas entregas: la añoranza de tiempos mejores, algo que Margaret Thatcher supo aprovechar políticamente al enviar buques de guerra a las remotas Malvinas en el Atlántico sudamericano. Con respecto al Brexit, no cuesta nada imaginar tres argumentos nacidos de un pasado revisitado con simpleza: Si la grandeza de Inglaterra se vivió durante siglos en clara confrontación con el continente, ¿ser parte de Europa no es una trampa para ser controlados por ella? ¿Acaso no fuimos el único territorio del vecindario que resistió a la invasion nazi y que, además, luchó para liberar a los demás? ¿Vamos a dejar que ahora Alemania tenga en Bruselas la voz cantante sobre lo que nos conviene? 

Así, en El ocaso de la democracia, Anne Applebaum se refiere a una “nostalgia restauradora” cuando revisa el Brexit y nos recuerda que en la época de dicha votación había empezado la escritura y producción de Churchill y Dunkerque, dos grandes películas que recuerdan ese espíritu del pasado.

El Make America Great Again que ayudó a Donald Trump a lograr la presidencia estadounidense en 2016 fue, literalmente, otra manera de aprovechar la nostalgia por un pasado narrado de manera simplificada e interesada. No hay que ser muy espabilado para comprender que el gigante norteamericano tiene el paradójico relato de ser tierra de la libertad, pero nacida sobre un lecho de esclavitud, y que el sueño americano siempre ha sido más amable con la migración blanca. A esa nostalgia, por supuesto, contribuyen miles de imágenes proyectadas por taquillazos hollywoodenses, marcas que venden el estilo de vida americano y los hechos que, convenientemente difundidos, colocaron a Estados Unidos en el podio ganador de la Guerra Fría, con emocionantes capítulos intermedios como aquella llegada a la luna.

En Perú, la nostalgia por un pasado narrado de forma simplista es hoy enarbolada políticamente por Antauro Humala, quien también ha recurrido al abecé del nacionalismo. Se basa en esa idea de que el Perú —que hace quinientos años no existía como nación— era una potencia continental gracias a los incas, que por entonces nadie robaba y nadie mentía —el mito ese del ama llulla, ama sua, ama quella—, y que ya es hora de recoger esa bandera. 

Vamos, un cuento para niños.

¿Qué hace que políticos especialmente seductores para ciertos públicos echen mano de estos relatos nostálgicos y tergiversados en partes tan distintas del planeta?

Probablemente se deba a que en tiempos particularmente complejos, cuando las democracias muestran las ineludibles fallas que emergen al tratar de encauzar opiniones tan disímiles, una gran parte de los ciudadanos hastiados de la complejidad necesiten la tranquilidad de un relato fácil de asimilar. Un cuento sencillo de transmitir, en el que existe un Camelot al que deberíamos regresar y con enemigos puntuales a los que es preciso eliminar: caviares, feministas o migrantes, al gusto de cada espectador nervioso y con propensión al autoritarismo.


Pensar, escribir, editar, diseñar, coordinar, publicar y promover este y todos nuestros artículos (y sus pódcast) cuesta y nosotros los entregamos sin cobrar. Haz click en el botón de abajo para contribuir y, de paso, espía como suscriptor nuestras reuniones editoriales.


1 comentario

  1. Eduardo Tejada

    Mis votos en las últimas elecciones generales:
    Entre Keiko y Humala: elegí Keiko
    Entre Keiko y Kuchinski: Elegí Kuchinski
    Entre Keiko y Castillo: Elegí Castillo

    Los grupos de poder de antaño fueron las monarquías y sus ejércitos, mayormente de las naciones expansionistas, hoy en día los grupos de poder son las empresas trasnacionales y los partidos políticos… En mi 1ra votación me di cuenta de eso y ni más voté x keiko

    Los gobiernos de Rusia, China, Venezuela, Cuba, y demás países de gobiernos dictatoriales son Gobiernos de Derecha… En la práctica no son gobiernos de izquierda… Solo gobiernan en beneficio de un sector de la población, para una minoría… Solo es un pose que dicen ser de izquierda por tan solo ser enemigos de EEUU.

    El personaje llamado Antauro Humala no es el indicado para ser funcionario público, está mal de la cabeza (ya lo comenté antes), tiene un pensamiento social que nos polariza a los peruanos, tiene un pasado muy cuestionable, La derecha peruana estará contenta con este sujeto, sus medios de información masivos lo calificarán de izquierdista, descalificando así a toda la izquierda.

    Humala encabezaría un gobierno de derecha de inclinación militar, Cuidado, no tiene una formación profesional, ni social, nada… Votar por nostalgias, sentimentalismos, costiumbres nos hace mal como sociedad, para evitar se necesita educación cívica e integral para toda la población escolar y de estudios superiores, la gente de derecha son divisionistas, es una manera de reconocerlos

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Volver arriba