La foto más completa del universo


La emoción de sentirse grande al ver una imagen que ya es histórica 


Adrián Díaz-Espinoza es licenciado en Física por la Universidad de San Marcos y próximo estudiante de doctorado en UWMadison donde trabajará con galaxias distantes. También es divulgador científico y explica las maravillas del universo a través de sus redes sociales: @adrianciencia. 


La tarde del pasado 11 de julio, cientos de miles de personas alrededor del mundo tenían los ojos pegados a una transmisión en particular. Todos estaban a la expectativa de que la NASA finalmente presentara la primera imagen capturada por el telescopio espacial James Webb, el más potente que ha construido la humanidad hasta la fecha. 

Este proyecto es considerado el más ambicioso realizado de manera colaborativa por la NASA, la Agencia Espacial Europea (ESA) y la canadiense CSA. Lograr tal hazaña fue el producto de un trabajo de más de veinte años que se inició con el propósito de observar el momento en el que se formaron las primeras estrellas y galaxias. Esa es una de las características principales de este telescopio llamado James Webb, en recuerdo del controvertido director de la NASA durante el programa Apolo. 

Al igual que muchos divulgadores científicos alrededor del mundo, quien escribe se preparó para compartir este momento con su comunidad virtual. La cita era a las 16:30, e inicié puntual mi transmisión en Instagram donde, con una centena de personas, esperamos más de una hora hasta que la transmisión de la NASA se inició. Muchos mostraban su desesperación en los comentarios, haciendo alusión a la canción de espera que había colocado la agencia espacial. En mi caso, hubo momentos en los que incluso la bailé, como ocurre en el meme en el que alguien baila al ritmo de una alarma de auto. Sí, frente a más de cien personas. Todo sea por la ciencia.

Cuando la imagen fue presentada finalmente, la emoción nos embargó a todos. La impresión que causó ver la imagen más completa del universo a la fecha requería de unos segundos de admiración y quietud para tratar de entender lo que estábamos observando. Al ver la primera imagen del James Webb tenemos que entender que cada “puntito” de luz es una galaxia, a excepción de las que tienen puntas, que son estrellas. Si uno observa a detalle, se dará cuenta de que las galaxias vienen en una variedad de formas, tamaños y colores. Al centro tenemos galaxias de color blanco, y esas son las que corresponden al cúmulo de galaxias SMACS 0723, a más de 4.000 millones de años luz. Las otras se encuentran aún más lejos. Aquellas galaxias que vemos estiradas tienen esa apariencia debido a que la gran gravedad del cúmulo deforma su luz. Si uno hace una comparación con la misma imagen que tomó el Hubble, verá que hay galaxias muy rojas, muy lejanas, que antes no veíamos. Estas estuvieron ocultas a nuestros telescopios por mucho tiempo, pero ahora el James Webb tiene el poder para mostrárnoslas.

Pero quizá lo que más impresionó a mi audiencia fue enterarse de que todas las galaxias que veíamos en aquella imagen se encuentran en una pequeña región del cielo, tan pequeña que se encontraría dentro del área que cubre un grano de arena entre tus dedos mientras extiendes tu brazo hacia arriba. Esa analogía, por los comentarios que leí de mi audiencia, los hizo sentir realmente pequeños e insignificantes. A otros, incluso, les produjo cierto temor. 

Cuando acabó el evento, en la soledad de mi habitación, empecé a darle vueltas a las sensaciones que había despertado en parte de mi audiencia la imagen del Webb. Si bien parece bastante normal sentirse pequeños bajo esa perspectiva, ¿por qué yo nunca me había sentido así mientras aprendía sobre la inmensidad del universo? Luego de pensarlo unos días de manera intermitente, me di cuenta de que siempre he tenido una aproximación diferente hacia la grandeza del universo. Hoy quiero compartirla con ustedes, no sin antes asegurarme de que comprendan realmente lo minúsculos que somos.

Imagina nuestro sistema solar, donde se encuentra la Tierra y otros siete planetas. Sí, siete, porque Plutón ya no es un planeta. Incluso bajo las dimensiones del sistema planetario en que vivimos, la fragilidad de nuestra existencia queda completamente expuesta. Un claro ejemplo de esto es el punto azul pálido del que nos habló Carl Sagan en la serie Cosmos. En 1990, a pedido de él, la sonda Voyager 1 de la NASA giró y capturó a nuestro planeta a 6 mil millones de kilómetros de distancia. Como describe Sagan, en ese momento observamos que nuestro inmenso planeta no era más que un punto azul pálido, una diminuta mota de polvo sostenida en un rayo de sol. 

Pero si te parece poco, permíteme resaltar que no solo somos insignificantes en espacio, sino también en tiempo. El tiempo que permanecemos vivos como individuos es nada comparado con el que pueden vivir estrellas, galaxias, y mucho más aún con el tiempo que todo el universo ha estado aquí. En números, nosotros vivimos a lo mucho 100 años, y nuestro sol tiene una edad de 4.650 millones. Como diría la canción de Macaco, “las estrellas dicen que nosotros somos los fugaces”. 

Sin embargo, para mí, esto solo es motivo para sentirnos grandes, relevantes e importantes. El universo tiene una edad de 13.800 millones de años. En todo ese tiempo, se formaron galaxias, estrellas, planetas y los compuestos químicos necesarios para la vida. En todo ese tiempo, las leyes de la naturaleza, y el azar, nos permitieron estar aquí, vivos y pensantes, construyendo telescopios para observar el universo a detalle. Sí, nuestro tamaño es risible frente al de otros objetos en el universo, pero nuestra mente nos otorga grandeza. Si bien no podamos conocerlo todo nunca, tenemos las capacidades para descubrir lo que está sucediendo allá afuera, a miles de millones de años luz de distancia y a miles de millones de años en el pasado. Tenemos lo necesario para observar todo el universo en diferentes etapas de su existencia, y lo estamos haciendo poco a poco.

Tal vez nuestros ojos no nos permitan ver muy lejos, pero sí lo hacen nuestras mentes. Con el James Webb hemos podido observar en luz que no podemos ver con nuestros propios ojos. Esto nos recuerda lo buenos que podemos ser como especie para superar nuestras limitaciones naturales. Y su primera imagen, para mí, no es solo una gran fuente de asombro, sino una invitación a tomar conciencia de que, gracias a nuestros cerebros, somos capaces de comprender lo que sucede allá afuera, en la vastedad del espacio y en la inmensidad del tiempo. 

1 comentario

  1. Daniela

    Cómo diría Platón «la astronomía obliga al alma a mirar hacia arriba y nos lleva de este mundo a otro». Tiene jugo de caigua sección astronómica? Sino, debería

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