JUGO SURTIDO POR BOLUARTE


Dante Trujillo invita a sus compañeros a dar su perspectiva sobre el nuevo gobierno 


Tras los sucesos del miércoles, y ante la toma de mando de la primera presidenta constitucional peruana y sexta cabeza del Ejecutivo en seis años, el panorama, lejos de representar el alivio que ciertos sectores quieren creer, abre nuevas formas de incertidumbre y preocupación. Si bien es cierto que la inmediata caída de la dictadura de Castillo —ni siquiera efímera pues duró poco más de dos horas, batiendo el récord de los regímenes breves— habla bien de los mecanismos institucionales de control democrático, el nuevo estado de las cosas nos deja bajo la dirección de una señora con poca experiencia y menor respaldo. Este escenario empodera, teóricamente, al Congreso, que parece haber olvidado que nueve de cada diez peruanos detesta a sus miembros por ineptos y comechados; será por esa sinvergüencería que ahora mismo se autoperciben como salvadores de la patria.

Opino que la (radical) reforma política es impostergable y que, acabada esta, se debería llamar a nuevas elecciones, pero la verdad es que, como vivimos en una versión trucha y sin gracia de Macondo, no le tengo ni un poquito de fe a quienes deberían hacerse cargo. 

Como dicen que una pena entre dos es menos atroz (y podría imaginarse que a más dolientes, menos dolor), invité a mis colegas jugueros a que me respondan qué debería hacer en el corto plazo el novísimo régimen para evitar que este buque termine de estrellarse contra el iceberg. La mariscala Sobrevilla no pudo participar. El resto sí, y se los agradezco. 

¡Viva la República!

Alejandra Ruiz León:
La designación de Dina Boluarte como nueva presidenta vuelve a plantearnos la duda sobre cuál será el rol del gobierno respecto a la ciencia y la tecnología. Podemos pensar en algunos temas urgentes como el manejo de las sequías que afectan especialmente el sur del país, el control de la gripe aviar —y su correcta comunicación ante la llegada del verano—, el ligero aumento de casos de coronavirus, entre otras cuestiones que ya son parte de las noticias. Asuntos igual de importantes siguen en agenda, como nuestro accionar frente al cambio climático (Pedro Castillo brillaba por su ausencia en eventos en los que el Perú buscaba sumarse a otros países para pedir pactos más efectivos para menguar los efectos de la amenaza). Tampoco nos hemos olvidado de la propuesta del ministerio de Ciencias que se prometió como símbolo de avance y estabilidad. Con o sin ministerio, esperamos que estas cuestiones estén en la visión de la nueva mandataria.

Alberto de Belaunde:

Pensar que continuar la sucesión constitucional solucionará la crisis política es no haber prestado atención a lo que ha ocurrido en el país durante los últimos seis años. Por ello me llevan al pesimismo las declaraciones de la presidenta Boluarte dejando de lado la propuesta de adelanto de elecciones, y señalando que su mandato será hasta el 2026. La crisis no ha terminado, ha entrado en una pausa. La falta de representación, la crispación política, y la creciente incertidumbre en asuntos económicos y sociales se mantienen y pueden agravarse. Una presidenta sin experiencia, sin base social y sin una bancada propia no pareciera contar con las herramientas para enfrentar un escenario tan complicado. 

La presidenta Boluarte debería entender su gobierno como uno de transición, buscando un adelanto de elecciones con reformas mínimas que nos ayuden a mejorar el escenario político. Poner el piloto automático o imaginar medidas más ambiciosas parecen en este contexto algo ingenuo e inviable. 

Roxana Barrantes:
Alivio durante contracciones de parto. Hay descanso en medio de un proceso. A diferencia de un parto, en este asunto estamos todos y resulta difícil encontrar la comunidad de intereses que haga valer el esfuerzo para llegar al final. Imprescindible para encontrar energía será respaldar a las instituciones económicas, incluyendo al MEF, para recuperar el protagonismo. Todo el Ejecutivo requiere ser fortalecido con cuadros técnicos y que se acelere la adecuación de las entidades al programa Servir. Y como siempre se requiere dos para pelear o para hacer las paces, se necesita que el Congreso acompañe las iniciativas técnicas y no solo aquellas calificables como ‘populistas’. ¿Qué tal si se hacen una y fundan una oficina independiente de evaluación de los beneficios netos de los proyectos de ley?

Mariela Noles Cotito:
Decir que el gobierno de Boluarte será una nueva oportunidad para la política peruana sería apelar a la vieja y caduca esperanza de siempre. Con un horizonte más empinado que prometedor, a Boluarte le tocará enfrentarse no solo a un Congreso que no le dejará hacer los cambios estructurales que requiere el país, sino también a una opinión publica que no confía en ella, o no mucho. Por otro lado, si bien el primer discurso fue conciliador y convocante, osó afirmar que terminaría el mandato presidencial, lo cual, aunque correcto y necesario, parece no haber caído bien a cierta facción de nuestra clase política dominante. 

Finalmente, nos confronta con que, casi por casualidad, tenemos a nuestra primera señora presidenta de la República. Esto en un país donde las encuestas nos indican que una porción importante de la población aún considera que las mujeres requieren un castigo físico si son infieles a su pareja o que deben priorizar su rol de madres y esposas antes que cumplir sus sueños. El racismo, clasismo y sexismo de la sociedad peruana tiene material para rato.

Gustavo Rodríguez:

Ha sido tan desastrosa la gestión de Pedro Castillo —un ministro cada seis días, por poner solo un indicador— y tan baja la valla que ha dejado, que Dina Boluarte solo tendría que tomar un par de decisiones mínimamente razonables para que no pensemos que el país se termina de ir al garete.
Por ejemplo, articular un gabinete con aires de reconstrucción cívica, con un perfil profesional y sin denuncias. Al haber dicho en su mensaje en el Congreso que será “de todas las sangres”, quizá en realidad esté adelantando que tendrá que contentar a diversas fuerzas políticas para honrar un pacto y llevar la fiesta en paz.

Boluarte también deberá evitar ese tono beligerante en la comunicación y la victimización que a Castillo le causaron tensión con los otros poderes, incluyendo la prensa: nos hemos acostumbrado tanto al conflicto que hemos olvidado lo dañina que es una constante atmósfera de botón nuclear.
La gran cereza sería que, con sagacidad y voluntad política, Boluarte pudiera liderar una reforma política que se estructure antes de las próximas elecciones.

Sin embargo, me parece muy difícil: ser mujer y provinciana en un país machista y de élites clasistas no es un gran activo en la práctica que digamos.


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