Jack


In memoriam


Jack era un niño que solía pasear bajo las soleadas moreras de Miraflores, manchándose a veces la boca con sus frutos, que una mañana se topó con unos granujas que apedreaban a un gatito en la avenida Pardo. La indignación que sintió entonces, combinada con la vergüenza de no haberlos enfrentado, no dejaba de agrietarle la cara casi setenta años después. 

Jack aprendió a bailar los ritmos tropicales de esa época con una empleada de su casa, turnándose las canciones con su hermano menor. La recordaba con cariño y gratitud, y le achacaba a una tía malpensada el despido de aquella chica alegre. Ya mayor, en las reuniones que organizaba con otros jubilados, daba gusto verlo bailar mientras su hombro derecho adquiría un ritmo propio con riesgo de descoyuntura. También daba gusto escuchar los testimonios de quienes con los años llegaron a trabajar en su propia casa: decían que nunca antes habían trabajado para un hombre tan considerado y justo.

Jack leía mucho desde niño y con los años consolidó una biblioteca donde primaban las humanidades. Le interesaba la Filosofía, la Historia –especialmente la de Egipto–, la alquimia de la Edad Media. Cuando un amigo le contó el arrobamiento místico que había sentido al conocer el Vaticano, él le respondió que había sentido lo mismo cuando pisó los templos de Luxor a orillas del Nilo.

Jack estudió medicina y se especializó en Reumatología, esa rama que estudia las enfermedades que el cuerpo se inflige a sí mismo. Tenía una gran capacidad deductiva y, a pesar de la barrera que ocasionaba su timidez, muchos de sus pacientes lo querían. Con los años se convirtió en profesor principal de la Universidad de San Marcos y fue considerado un referente en América Latina de su disciplina, una opinión extendida entre sus colegas y alumnos que nunca salió de su boca.

Jack tuvo un padre hijo de ingleses y una madre de apellidos aristocráticos, algo que en un país como el Perú es medio boleto al recinto de los poderosos, pero nunca se le escuchó alardear de sus ancestros ilustres, ni se le vio interesarse por los chismorreos de su familia. Para ingresar al círculo de sus afectos solo hacía falta tres requisitos: ser transparente, tener bondad y no hacer alarde de ignorancia.

Jack nunca lavó un plato –en realidad lo hizo una vez, y durante años fue motivo de anécdota–, porque en su casa materna tenía prohibido entrar a la cocina. Sin embargo, nunca le exigió a sus hijas que lo hicieran. A las tres las crió sin imponerles rutinas que hoy se considerarían machistas y confió en su criterio cuando tuvieron edad para escoger ropa, novios, evasiones y estudios.

Jack y el whisky escocés eran uno, como el hombre y el caballo son un centauro. A veces, cuando había bebido un par de vasos –siempre dos dedos de líquido con un hielo grande y macizo­–, le confesaba a los más íntimos que sin ese aliado etílico no habría podido soportar las laceraciones que la vida ocasionaban en su sensibilidad. De jovencito enterró a un hermano que no soportaba la vida, y luego también a su única hermana; fue testigo de la muerte inesperada del amor de su vida en la misma clínica en que trabajaba; algo después vio la imagen del cráneo destrozado de su querida cuñada, la segunda madre de sus hijas, atropellada por una camioneta de lavandería. Y cuando más recientemente un colega le leyó su sentencia, Jack programó el tiempo que le quedaba con una sobriedad que mil vasos nunca le llegarían a quitar.

Jack era un hombre de ciudad y biblioteca, pero a fines de los noventa su esposa lo convenció para comprar una parcela en el valle de Mala. Una noche de luna se envolvieron en sábanas y corretearon como fantasmas fosforescentes entre el coro de grillos. En esos días de ilusión y manos ásperas labraron la tierra y levantaron una casita aprovechando con ingenio los materiales más baratos. Cuando llegó la primera primavera, unas parras ninguneadas se cubrieron de verdor y, meses después, la pareja sorprendió a sus amigos con una artesanal producción de pisco. Alguien apodó a Jack como “Jack el Destilador”, un sobrenombre cabal para un médico que prefería el goce espirituoso al surco que dejan las navajas.

Jack anticipó el día de su partida con más exactitud que Vallejo en París. La noche anterior se sentó en su jardín, en un sofá raído por los gatos de la casa. Un jazmín nocturno perfumaba las emociones. Lo rodeaban sus tres hijas, sus nietos y un par de afortunados testigos que alardeábamos de ser sus hijos políticos. Acudieron el jazz y el bossa nova, las copas chocaron en su nombre y, con la voz achacosa que su dolencia le permitía exhalar, nos hizo saber que había tenido una buena vida y que no habría cambiado nada de ella con tal de llegar a ese mismo sofá rodeado de quienes se turnaban para abrazarlo.

Jack Harrison García-Calderón murió a la mañana siguiente en su cama, con la discreción que siempre gobernó sus pasos. Sus hijas y nietos se echaron a su lado durante el resto del día, entre velitas y flores, a ratos llorando, a ratos acariciándolo; aprendiendo de aquel hombre que se enfriaba cómo hay que enfrentarse a la muerte.

26 comentarios

    • Gustavo Rodríguez

      Alto, sobre todo el mundo.
      Gracias, Paul.

      • Luis Figueroa

        Lo.conocí en el Regatas y compartimos muchas reuniones. Simple y llanamente UN TIPAZO. Con mayúsculas

    • Juan Carlos Maldonado Blume

      Jack un hombre, un padre , un hermano, un gran amigo, un lujo y la descripción de su vida expresa la calidad de ser humano , pero me hace sentir bendecido al decir que tuve la oportunidad de conocerlo y vivir muchos grandes momentos felices y disfrutar de sus experiencias, recuerdos y su forma de ser, que a su edad expresaba y compartía la juventud de su alma, Jack te recordamos y nos hace feliz saber que eres un engreído en el cielo

    • Juan Carlos Maldonado Blume

      Jack un hombre, un padre , un hermano, un gran amigo, un lujo y la descripción de su vida expresa la calidad de ser humano , pero me hace sentir bendecido al decir que tuve la oportunidad de conocerlo y vivir muchos grandes momentos felices y disfrutar de sus experiencias, recuerdos y su forma de ser, que a su edad expresaba y compartía la juventud de su alma, Jack te recordamos y nos hace feliz saber que eres un engreído en el cielo

  1. César Arturo Lecca Arrieta

    Tuve la suerte de compartir las aulas escolares con Jack;siempre correcto,callado y buen alumno.
    Siempre le tuve aprecio por su compañerismo
    y sobriedad.

    • Gustavo Rodríguez

      Gracias, César, en nombre de su familia.
      Un fuerte abrazo.

  2. Fernando Koechlin

    Que buena historia Gustavo! Un fuerte abrazo

    • Gustavo Rodríguez

      Un fuerte abrazo, querido Fernando.

  3. Ana María Saavedra

    Me hiciste vivir a Jack en el transcurso de la lectura , sabes transmitir.

  4. Nancy Goyburo

    Qué historia de vida! Me conmovió tanto que, admiro y quiero a Jack, a pesar de no haberlo conocido…

    • Gustavo Rodríguez

      Gracias, Nancy.
      En efecto, mi suegro fue alguien muy especial.

    • Miriam Angulo

      Mi Padre el Doctor Angulo Solimano y tu suegro fueron colegas y amigos. Ambos Reumatólogos. Todos sabíamos por mi Papá de la maravillosa persona que fue el Doctor sin embargo el debe sentirse muy orgulloso de que su Yerno le dedique palabras tan sentidas como las tuyas! Gracias por compartirlo. Un abrazo y nuestro cariño para toda la familia!

      • Gustavo Rodriguez

        Gracias, Miriam, qué amable. Claro que he escuchado hablar del doctor Angulo en casa de Jack, y qué consuelo es que sus hijas se hayan conmovido con su partida. Todo mi cariño para ustedes.

  5. Roberto Del Águila

    Hermoso homenaje, querido Gus. Un abrazo grande.

    • Gustavo Rodríguez

      Un abrazo enorme, mi querido Roberto.

  6. Andrea Sofia Ortigosa

    Único , grande y nuestro. Jack del Perú

    • Gustavo Rodríguez

      Lo tanto que te quería, Andreíta.
      Qué recíproco que era.

    • Gustavo Rodríguez

      Un abrazote por acá también, querido Ronald.

  7. Elinor

    Lágrimas por mi querida amiga. Un beso a Jack hasta el cielo.

  8. Esther Román Morey (Pichuza)

    Mi hermano, mi protector, mi amigo… vuela alto y baila hasta el amanecer de tu eternidad… besos y gratitud por siempre.
    Pichuza

  9. Lizinka

    Jack el Destilador era puro corazón. Gracias por hacerme llorar al leerte hoy

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