¿Hogares, los de mi tiempo?


Alcances y límites de las estadísticas frente a tremendos cambios sociales 


La población peruana viene cambiando en varias de sus características, pero hay una fundamental que llama la atención en las últimas décadas: el tipo de hogares que la componen. Piense usted en el hogar en que creció y compárelo con el que vive ahora. A la mayoría nos ha pasado que ahora vivimos en hogares con menos integrantes. Esto es relevante, por ejemplo, para el comerciante de gaseosa que cada vez vende más los tamaños individuales y de litro y medio, y cada vez menos los de dos litros o más. Pero también es relevante para el Estado, cuyas demandas vienen creciendo. 

Los hogares tienen ahora en promedio menos integrantes, pero la población ha seguido aumentando. Ello significa que el número de hogares ha crecido notablemente. Esto se puede constatar si comparamos los últimos dos censos de población que hemos tenido (imperfectos, pero, al fin y al cabo, informativos). Entre 2007 y 2017 el número de peruanos aumentó en 10,7%, pero la cantidad de hogares aumentó en 22,2%. Poco más del doble.

En solo una década el número de hogares en el país aumentó casi en un cuarto, pero una desagregación de la cifra brinda una idea muy interesante de los cambios. Los hogares constituidos por una sola persona aumentaron en 74% y los hogares de dos personas lo hicieron en 56%. Los hogares que tienen entre tres y cuatro miembros aumentaron en 25%, casi la misma tasa que el agregado nacional. El número de hogares con cinco o seis miembros se mantuvo casi constante en la década, pero la siguiente cifra llama más la atención: los hogares con siete o más miembros cayeron a la mitad. 

Durante buena parte de mi niñez crecí en un hogar así: padre, madre, cinco hermanos y, eventualmente, algún primo que llegaba a Lima a estudiar. Hoy los hogares ya no tienen tantos hijos. Menos aún reciben a los demás parientes como antes. Pero aquí hay otro cambio que está contribuyendo a la tendencia: ahora los hogares ya no tienen tantos padres. Estamos en un momento en el que los hogares con un jefe –o jefa– que no tiene pareja son el 38% del total del país.

En dos de cada tres de esos hogares sin pareja, la data muestra a una mujer encabezando el hogar. Esto puede estar revelando emancipaciones femeninas, pero las razones pueden ser variadas. Pueden ser resultado de independencia económica de las mujeres, pero también de violencias o abandonos. Entre los papás solteros, por otra parte, hay un patrón interesante: son mayoritariamente personas de ingresos altos. Entre los pobres casi no hay padres varones solteros. El Estado tiene un reto importante para comprender las nuevas dinámicas familiares, porque ellas implican demandas de servicios públicos.

Esto se notó en la pandemia, cuando se quiso distribuir bonos familiares y el número real de hogares del país sobrepasaba las estimaciones que arrojaban las estadísticas oficiales. Muchos hogares disueltos no figuraban como tales en las bases de datos. Entre otras razones, por ello el bono más reciente, Yanapay, ha ajustado su operatividad para que el monto que se distribuye dependa ahora del número de miembros del hogar. 

Otro servicio público de central importancia, y en gran medida ausente, es el de los cuidados. Como apuntamos la semana pasada, un momento clave en la determinación de las brechas de género en los trabajos se da con la llegada del primer hijo. Mientras las carreras de los padres siguen sus trayectorias regulares, como si nada hubiera pasado, las de las madres se deterioran y no se recuperan más. El análisis que presenté en esa columna implícitamente asumía la presencia de un padre y una madre que racionalmente tomaban decisiones que los llevaban a la eficiencia económica y social en un entorno culturalmente determinado. Lo que habría que agregar ahora es que en muchos hogares tal decisión o negociación no existe: una sola persona tiene que hacerse cargo de todas las tareas, las del trabajo y las del cuidado.  

Otro servicio muy importante es el de la educación, que, lamentablemente, ha sido también un gran ausente en esta pandemia. Si le sorprende la poca atención que este tema ha suscitado desde marzo 2020, le comparto otra estadística de los hogares que permite comprender, al menos parcialmente, lo que ocurre: el tema escolar ha dejado de ser un clamor de las mayorías. Hace veinte años, tres de cada cuatro hogares tenían un menor de edad dentro del él; hoy son la mitad y hay una marcada tendencia a la baja. Cada año, el porcentaje de hogares con menores en edad escolar cae un punto porcentual.

Hasta aquí lo que las estadísticas nos dicen sobre los hogares, pero deseo cerrar con un aspecto que también se nos oculta de manera escandalosa: las parejas del mismo sexo. Aquí las estadísticas también están fallando en su objetivo de reflejar lo que sucede en el mundo real. Pero en este caso la falla es enorme, pues, según las estadísticas oficiales, el número de tales parejas en el país es cero. Un primer paso para la inclusión de un colectivo en una sociedad es eliminar su invisibilidad estadística. Para lograrlo se necesitan varios ajustes, tanto en la manera en que se presentan las preguntas, como en los operativos de campo y en la codificación de los datos. Si no se tiene el perfil exacto de los ciudadanos, ¿cómo se les va a entregar el servicio que necesitan en la realidad?

1 comentario

  1. Iván Reátegui

    Las estadísticas por lo general cuando son bien hechas estas no mienten. Impoortantes cambios en la sociedad que deben tomados en cuenta para elaborar politicas.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Volver arriba