La enorme oportunidad perdida de Sagasti
Como muchos compatriotas, el miércoles por la tarde esperé expectante la alocución presidencial. Y como la mayoría, la terminé de escuchar con las justas, confundido y no poco decepcionado.
Partiendo de la idea misma, hablamos nada menos que de un mensaje a la nación. Es decir, el representante de 30 millones de peruanos dirigiéndose a ellos para decirles algo. Algo importante, en un momento históricamente crítico. Y la ‘nación’, como los pasajeros de un barco que amaneció a la deriva, esperaba inquieta que el capitán saliera de su recámara para, luego de mirar el oleaje y revisar mapas y aparejos, decirle con voz firme y mirándola a los ojos, cuánta agua y provisiones les quedan, cómo están de salvavidas, qué rumbo seguirán y, sobre todo, cuándo espera tocar tierra.
Lamentablemente, eso no sucedió.
Sagasti perdió una gran oportunidad, no solo de transmitir dos o tres ideas claras a la población —es mejor, me parece, conocer la real dimensión de la adversidad que chapotear en la baba de la incertidumbre—, sino de quedar como un verdadero estadista. Por el contrario, se mostró vacilante, apocado y, lo peor, improvisado. No solo desconcierta, sino que preocupa esa pobreza de comunicación. Uno esperaría que para hablarle a un país entero que se muerde las uñas, el orador se preparara como quien va a ser anfitrión del Oscar, con expertos en la materia, asesores de imagen y protocolo, media trainers, gabinete de prensa, consultores de manejo de crisis convocados para un poco de ensayo de cada pasaje, cada detalle, previendo los inconvenientes. Pero no. Fue un mensaje innecesariamente largo, farragoso, contradictorio, que ni siquiera empezó a la hora anunciada. Todo mal. Mientras esto sucedía y la presentación era propalada por Facebook Live, los comentaristas —la mayoría maledicentes y destructivos, como suele ser— se cebaban en las flaquezas de la prédica y, sobre todo, del predicador. Una versión mucho más amable e ingeniosa de esto se daba apenas minutos más tarde con la multiplicación de una miríada de memes, algunos de ellos extraordinarios, como para reafirmar ese lema que debería figurar encima del escudo nacional: jodidos pero contentos.
Muy a su pesar, el mensaje del Presidente ha venido a recordarnos lo importante que es aprender a pensar no rígida, pero sí estructuradamente. Me refiero a adquirir las destrezas que permitan analizar un asunto cualquiera desde distintos ángulos antes de hacerle frente, reflexionar, preparar una adecuada argumentación. Eso se aprende desde chicos con buenas charlas familiares y con profesores sagaces que enseñen herramientas propedéuticas, que expliquen cómo preparar cuadros sinópticos, que incentiven el debate. No estoy hablando de hacer de cada individuo un dechado de elocuencia ni mucho menos, sino de tener un contenido claro en la cabeza y saber expresarlo. Y siendo Francisco Sagasti un catedrático de formación y práctica humanista; que cuando fue congresista destacó sobre sus pares precisamente por su fina oratoria, es que su presentación del miércoles desconcertó tanto.
(Tanto que no fueron pocos los que, medio en broma medio en serio, dijeron extrañar a Vizcarra, quien, sin resultar un disertante especialmente dotado, sabía ser por mucho más directo, claro y empático de lo que se mostró su sucesor).
Tres cuestiones antes de acabar. Es cierto que lo acordado con los periodistas presentes fue que estaba permitida solo una pregunta por medio. Se les repitió públicamente antes de empezar la ronda, y ya en la primera intervención no faltó aquel criollo que quiso saltarse las indicaciones y se mandó con tres. Hasta las patas. Sin embargo, el Presidente se mostró innecesariamente áspero en su reacción. Pudo bien ser enfático y ceñirse a las reglas del juego, pero con mayor cortesía. Para agravar un incidente que pudo pasar inadvertido, dejó la impresión de que quiso evadir una pregunta incómoda (como es el tema de los dineros de la ONP).
Por otro lado, no entiendo la táctica —porque sin duda fue algo planeado— de hacer una introducción tan extensa y esotérica para luego dar pase a los ministros, quienes parecían encargados de aterrizar las ideas clave; lo que, finalmente, la gente quería saber (nuevos aforos, toques de queda, restricciones). Supongo que la intención era —odio esta palabra— empoderarlos; pero lo que parecía, en realidad, era que estaban traduciendo al español lo que Sagasti peroraba en sánscrito.
Por último: ¿van a evaluar las medidas cada 15 días? Pensé que había oído mal. En 15 días el país se puede terminar de venir abajo. Una situación tan grave como la que al final sacamos en limpio que seguimos atravesando debe ser seguida de cerquita. El capitán del barco debe atender vientos y corrientes, preparado, junto a su tripulación, a dar un golpe de timón cada vez que sea necesario. Pienso que ese trackeo de la situación tendría que darse, como mucho, cada cinco días.
Con tan mala performance, Sagasti ha dado insumos a quienes, paradójicamente, lo consideran demasiado teórico, intelectual, un declamador de Vallejo muy malo para hablar de lo urgente. No ha quedado como un ignorante ni un desavisado que afirma saber de ciencia porque ha crecido con Internet, sino más bien como un tío poco práctico, ido; un nefelibata que hay que bajar al piso para tratar los problemas terrestres. El desprestigio de la buena retórica (y no me refiero al barroquismo huero a la García) ha traído problemas en el pasado. Pensemos en Fujimori, en Toledo, cada uno a su estilo un enemigo de la palabra justa, que es serlo de la verdad.
Me pesa decirlo, pero la impresión que ha dejado Sagasti, con su voz rasposa y su mirada titubeante, no es la de un viejo lobo de mar, sino la de un viejo profesor que ha perdido la brújula de su oficio.
Muy buen artículo Dante. Te felicito y en el dolor hermanos.
Nefelibata: ¡qué tal palabrita!
Dícese de una persona que anda en las nubes.
¿No era así también la imagen que proyectaba Fernando Belaunde?
Parece que nuestra gente «culta y preparada» que es llamada a dirigir al Perú, peca siempre de ser ajena a la realidad de la mayoría de peruanos y es incapaz de conectarse con ella.
Hola Dante,
Sobre el contenido de tu articulo: Bien, una opinion escrita de una manera elocuente.
Sobre el titulo: Me parecio un poco raro las palabras «flaco» y «ojeroso». Siento que se enfocan en aspectos fisicos de la persona y no tanto el contenido del discurso. Creo que no hubiera reaccionado pero es lo primero que uno lee, esto prima el lector, en pensar en ese tipo de cosas como algo negativo. «Cansado» y «sin ilusiones» lo entiendo, no se porque enfocarse en la persona pero bueno. «Flaco» y «ojeroso», que pasa su hubiera esta gordo y con problemas de respiracion? tambien lo hubieramos mencionado?. Bueno ahi dejo el punto, o mi opinion que es: tratar no de enfocarnos tanto en los rasgos fisicos, ni usarlos como metodo literario para recalcar una idea de opinion. Saludos!
¡Es la letra de una canción!
Hola Daniel, entiendo que eres muy joven para entender el sarcasmo del título, el cual hace referencia a una canción de los 80’s. Te dejo el link: https://www.youtube.com/watch?v=ZvJC5atzrrw
Saludos,
José Ruidías
Totalmente! Varios me corrigieron sobre esto. Entiendo mejor el sarcasmo. Obvio que el punto sigue en pie pero reconozco que la intencion fue diferente a la que yo interprete dado a que no conocia esa cancion. Roche para mi.
Pensé exactamente lo mismo…hasta que vi que era una canción! Me falta escuchar la hora del lonchecito!
Excelente artículo y más de uno habrá sacado su diccionario para buscar el significado de algunas palabras, interesantes por demás, que se van perdiendo por su desuso.Y bueno cansados estamos todos de tanta desidia,de tanta demora,de tanto de todo …que te van quitando esa esperanza o ilusión de que pueda cambiar esta situación,familias(e incluyo la mía) que han podido estar cuidàndose , manteniendo la distancia social,familiar y que ve con tristeza como otros abandonan esa posición.Seguiremos viendo que rumbo toma este barco que nos lleve a puerto seguro.
LE FALTO CALLE
Excelente columna
Buena artículo Dante.
Coincido plenamente, con tres ideas fuerza hubiera sido suficiente, Don Quijote se enredó en su laberinto.
Mi impresión de Sagasti, más bien, es la de un Quijote, que superando la locura, evalua bien sus fuerzas y deja de lado la lucha contra las maquinarias kafkianas del Estado, las corruptelas, las presiones de los medios, las amenazas de congresistas y la perorata de cuanto candidato lo usa como Piñata. Y simplemente se dedica a unos pocos y realistas cambios. Algo similar le ocurrirá a quien sea presidente. Los molinos de viento son más que molinos y lo que tritura es la gobernabilidad.