En el nombre de la patria


Un deseo para mis hermanos y hermanas peruanas 


En estos tiempos de Bicentenario el sustantivo “patria” vuelve a ser más pronunciado que nunca y cada vez con más riesgo de ser habitado por el vacío. Por ejemplo, ayer un periodista me preguntó, imagino que para una de esas notas que rellenan la coyuntura, de qué manera se puede enseñar el amor a la patria. Como temo haber sido parco y soy culposo, aprovecharé este espacio y estos días de conmemoración para desarrollar mejor mi respuesta.

            Amor y patria son palabras problemáticas porque cargan más subjetividad de la usual. Del amor deben existir siete mil millones de definiciones en el planeta y tendríamos que admitir que hasta una del Puma Carranza –“el amor es el amor”– sería aceptable. Sin embargo, en lo que sí podemos alcanzar unanimidad es en que el amor no se puede enseñar: el amor brota espontáneo cuando se dan las condiciones.

            Riámonos juntos, pues, de esa currícula escolar que me tocó de niño, donde el instructor de educación cívica –en mi caso era un oficial del ejército– nos hacía recitar los símbolos patrios y marchar al compás de “Los peruanos pasan” para que brotara nuestro amor al Perú, como si uno desarrollara el amor por las papas por el solo hecho de pelarlas.

            En comparación con el amor, la palabra “patria” al menos trae cierto aterrizaje y quizá se deba a que hay tierra de por medio. Etimológicamente, patria es la tierra del padre, de donde se deriva que es la tierra de nuestros antepasados, aquella donde podemos ubicar nuestras raíces.

            Que tierra y raíces vayan tan unidas no es casualidad y ese abrazo estrecho me da la oportunidad para arriesgar que patria no solo es la tierra donde están nuestras raíces, sino aquella en la que decidimos echarlas, como ocurre hoy más que nunca con los migrantes. ¿No habríamos defendido a María Reiche si alguien le hubiera gritado que se volviera a Alemania? ¿No sentíamos al recientemente fallecido Osvaldo Cattone tan peruano como la causa? Mas aún, existen peruanos que, según nuestra narrativa patria, dejaron huellas en nuestro país sin haberlo pisado nunca: la próxima vez que alguien acuse a un peruano de preocuparse por el Perú sin vivir en él, recuérdele que nuestro principal aeropuerto se llama Jorge Chávez. 

            Patria es aquel territorio físico o simbólico al que estamos atados por el orgullo y la identidad. Ambos sentimientos se enroscan a nuestra psique poco a poco, como una enredadera nutrida por chispazos de emoción: la alegría de leer nuestra primera palabra, la adrenalina de un gol fundacional, un atardecer majestuoso, la imponencia de un paisaje, un beso que nos roba el aliento, un platillo que nos lo devuelve, un primer salario digno, un gesto de bondad que nos desarma, una carcajada entre amigos. Pero el orgullo y la identidad, como ocurre con el hierro y el carbono, también se endurecen a martillazos: sobrevivir a una enfermedad, dejar atrás un amor, vencer a una crisis y resultar más sabios luego del luto son maneras de aprender y de las que suele surgir el agradecimiento en retrospectiva. Para que se trate de amor verdadero, se tiene que haber reído y llorado juntos: de lo contrario, el amor es fantasía. Se ama a nuestra patria con sus grandezas y sus tristezas, que es como se ama a quien uno elige amar.

            Si bien toda historia de amor tiene su narrativa mítica, tampoco es sano abusar de los excesos. Patria es una de esas palabras comodín que aprovechan los embaucadores y que aceptan los embaucados: ya hemos visto cómo el término “democracia” es manoseado con intenciones autoritarias y cómo la palabra “pueblo” es utilizada por rufianes de toda ideología. En nombre de la patria también se cometen crímenes y quizá por ello me cause cierto repelús el patriotismo: una cosa es amar al país y otra cosa es odiar a sus supuestas amenazas. Amar sanamente es reconocer las verdades pedestres y descartar los mitos celestes: al carajo los incas que medían un metro ochenta, el himno que es el segundo más bello del mundo, la mejor comida del planeta, el equipo que pudo ser campeón olímpico si Hitler no intervenía y también la pureza total de nuestros héroes. Bienvenidas sean nuestras contradicciones reales.

            Por ello, no encuentro mejor forma de conmemorar estas Fiestas Patrias tan significativas que desearte a ti, mi compatriota, hayas o no nacido aquí, un amor genuino, amplio y humilde por todo lo que habita en esa enorme palabra de cuatro letras que es el Perú. Que trates de entender su injusticia cerca de ti y en sus parajes más lejanos, así como la grandeza de quienes pelean contra ella; que te enorgullezcas de tus logros alcanzados sin atropellos; que llegues a ese estado mental en el cual le deseas el bien incluso a tus adversarios ideológicos. 

            Que cada día te levantes para la batalla con la bondad en el pecho.

            Nuestro maravilloso país no merece menos.

24 comentarios

  1. Iván Reátegui

    Felicitaciones buen articulo. El amor a la patria es la base solida y la vez imaginaria para el avance de un pais. Un patriotismo falso nos puede destruir como pais

    • Gustavo Rodríguez

      Un abrazo, Iván, y felices fiestas.

  2. Jaime Marimon Pizarro

    Alto el pensamiento como una bandera…!!! ( Himno Leonciopradino)

  3. Nancy Goyburo

    «Que cada día te levantes para la batalla con la bondad en el pecho», impactante e inolvidable frase para los peruanos que queremos una Patria buena para todos!

    • Gustavo Rodríguez

      Muchas gracias, Nancy.
      ¡Cariños!

      • Lourdes Paredes

        Tan certero lo dices todo, coincido totalmente contigo Gustavo.
        Permíteme, aportar respecto al párrafo: «aquellos sentimientos de orgullo e identidad se enroscan en nuestra psique poco a poco»; efectivamente, mas estos se cimientan desde la aceptación o rechazo que percibimos desde que somos concebidos para luego trasladarlo o proyectarlo en los espacios donde terminaremos de construirnos y alcanzaremos otros aprendizajes e incluso en nuestro sentir a la patria. Por ello, creo tras esta develación de discursos falaces amerita revisarnos en nuestra autopercepción y sentir a nosotros mismos. Y quizá si nos animamos una revisión con ayuda psicológica no nos vendría mal.
        Saludos cordiales.

        • Gustavo Rodríguez

          Gracias, Lourdes, por tu valioso complemento.

  4. Monica Fuentes

    Gustavo,.
    Muy profundo lo que escribes Gustavo sobre el concepto de patria. Se quiere y se identifica más con el, cuando a uno le toca vivir lejos. El Peru jala muchísimo. Lo digo yo que vivo desde hace 50 años fuera de mi “patria”
    Mónica Fuentes desde Zürich, Suiza

    • Gustavo Rodríguez

      Un abrazo trasandino y trasalpino, Mónica.

  5. Ana María Saavedra

    Me identifico con lo que dices, aunque mi comida si es la mejor del planeta , permíteme un pequeño chauvinismo.

    • Gustavo Rodríguez

      Jajaja, claro, Ana María.
      ¡Provecho!

  6. Ana Ibarra Pozada

    Brillante, me encanto lo comparto en el FB, amar nuestro país con todas sus contradicciones, el paquete viene completo, aceptar al otro con sus diferencias.

  7. Ahora que por una venta uta ingreso la palabra Matria.. y para quedarse, sería bueno que los que todavía siguen uniformados en el alma y en el cuerpo sepan que patria y matria es la generosidad y la grandeza con la cual abres la puerta de la vida para compartir ese lugar que tanto nos ata y nos desata. Como siempre Gustavo… soñando con la patria.

  8. Gloria Dunkelberg

    La pureza es tan difícil de encontrar…y acá está…como en todo lo que Ud. escribe y habla…Gracias.

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