El racismo, ¿un sistema perfecto?


¿Es la negación del racismo la gran herramienta para perpetuarlo?


Ana Lucía Mosquera Rosado es comunicadora, máster en estudios de Latinoamérica y el Caribe, y máster en Artes Liberales por la Universidad del Sur de la Florida. Es consultora especializada en temas relacionados a diversidad, equidad e inclusión y en la elaboración de estrategias de comunicación con enfoque intercultural.


“Ahora le digo ‘mi amor’, pero en los 1600 hubiera sido mi esclavo”, dice un video que mi prima me compartió hace poco con indignación. Por ella también me enteré de que se trataba de un trend de TikTok, en el que las personas se mostraban junto a sus parejas afrodescendientes, principalmente hombres, utilizando como fondo la canción La rebelión de Joe Arroyo. Para ser honesta, pensé que no serían tantos. Sin embargo, fui infelizmente sorprendida por decenas de videos que, además, contenían cientos de comentarios celebratorios en los que se etiquetaba a parejas, amistades y familiares para convertir tal andanada en un gran momento para reír.

Lo que siguió después fue una serie de eventos totalmente inesperados: decidí tomar uno de los videos como referencia para intentar decir, entendiendo las limitaciones que tiene un TikTok, por qué estar en una relación amorosa con una persona racializada no evita que, eventualmente, podamos tener una conducta racista o reproducir el racismo a través de nuestras acciones. La respuesta fue abrumadora: recibí cientos de comentarios de personas que rechazaban este argumento e, incluso, una respuesta de la creadora original del video mencionando que era imposible que ella pudiera tener una conducta racista porque ella también se reconocía como una persona negra. Además, argumentaba que mi respuesta a su video respondía a mis propias experiencias con el racismo, a estar dañada y a ser altamente sensible a un video que se hacía desde el humor.

En función de ello, es pertinente hablar de un problema que es aun más grande que el racismo: la negación del mismo. Esta negación se presenta cuando invalidamos por completo la naturaleza estructural de esta problemática y se nutre de una compleja construcción argumentativa que sigue creciendo y tomando nuevas formas. Desde el mito del mestizaje, hasta el llamado a la unidad nacional —pasando también por el “todos somos iguales”, sin dejar de lado el famoso “el que no tiene de Inga tiene de mandinga”—, la cantidad de argumentos que hemos construido y repetido a lo largo de los años dan cuenta del enorme esfuerzo que continuamos haciendo para evitar mirar de frente un problema que no va a desaparecer solo porque nos neguemos a nombrarlo.

Según la I Encuesta sobre diversidad cultural y percepciones sobre discriminación realizada por el Ministerio de Cultura, el 53 % de las personas en Perú consideran que el país es racista o muy racista, pero solo el 8 % se considera a sí mismo racista o muy racista. Esta cifra representa, quizás, una de las mayores contradicciones que tenemos como sociedad y es, a su vez, el combustible perfecto para que la maquinaria del racismo siga andando: la incapacidad para reconocer nuestra responsabilidad individual en un problema colectivo de carácter estructural, que sigue manifestándose en todas las esferas de nuestras vidas.

¿Es acaso el racismo un sistema perfecto y, en tanto perfecto, imposible de destruir?  Aún no tengo una respuesta para eso, y en mis momentos menos optimistas pienso que no tenemos salida. Pero es importante que entendamos que, aunque la existencia del racismo precede a nuestra existencia, se trata de un sistema bien diseñado para operar a través del tiempo y lograr que seamos las personas quienes nos apropiemos de él, le demos nuevos matices, lo transformemos y lo insertemos en nuevos espacios. Prueba de ello es la cantidad inmensa de contenido —creado por nuevas generaciones y replicado de manera masiva gracias a la proliferación de nuevas plataformas digitales— que reproduce el racismo y sus argumentos.

Sin embargo, escribo este artículo desde el nos, porque lo que pasó con las respuestas a mi video me interpela y me invita también a reconocer que, a pesar de ser una persona racializada, he operado, sin duda, dentro de las lógicas del racismo; me he escondido también detrás de estos discursos conocidos y he dejado que el humor sea mi escudo para decir y hacer cosas que son, cuando menos, cuestionables. Y lo hago también porque es importante que asumamos nuestro rol y que propiciemos, a partir de hechos cotidianos o de un trend de TikTok, una conversación seria y honesta sobre el racismo, que parta desde el reconocimiento y no desde la evasión.

Con mi TikTok ocurrió algo interesante: después de numerosos ataques, mi video fue denunciado y eliminado por incitar al acoso y al hostigamiento, y el equipo de la aplicación decidió eliminarlo por incumplir con los principios de la comunidad. En ese momento pensé en cómo era posible que un video denunciando contenido que reproduce racismo fuera señalado como violento, pero no así los cientos de videos de este trend que no solo existen en Perú. 
Ahí, solo ahí, pensé que quizás el racismo sí es un sistema perfecto, y perdí un poco la fe.


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5 comentarios

  1. Exacto!! Siempre lo dije, el Perú es un país en donde existe un racismo perfecto, y claro, no solo allí. Aquí en Alemania y en Europa en general, el sector racializado, tiene conciencia de serlo y eso cambia totalmente las cosas. En el Perú, hasta hace poco, hubo una completa aceptación del sector nativo, población original y oriunda, sobre su inferioridad frente a otros sectores con características diferentes y este reconocimiento implicaba una sumisión «natural». Esta condición ha venido siendo estructural, profunda y transversal durante siglos y extirparla, esa sería la palabra, no es tarea fácil. Se va fundiendo en nuestra naturaleza hasta formar parte de nosotros. Es por esto que el Racismo es más que una cuestión intelectual. Es parte de una red de pre-juicios anidados durante toda una vida.
    El origen es el pre-dominio de un sector que ha logrado crear un Canon. Hasta cuando y hasta dónde podrá mantenerse vivo y activo este Paradigma? Tener Conciencia de ello es una puerta, es el camino que nos lleva a confrontarnos con nosotros mismos que es donde se ubican las identidades que han sido creadas por el Canon.

  2. Nancy Goyburo

    Coincido contigo, Ana Lucía Mosquera. A veces yo también pierdo la fe e inconscientemente podría estar «contribuyendo» con ese racismo que apunta a las perfección. Me refiero al hecho de no denunciarlo porque seguramente recibiría respuestas como las que has tenido. Sin embargo… ¡no nos rindamos!

  3. Lenin

    En situaciones de crisis el problema del racismo se fortalece, ya que nos lleva a la radicalidad y eso nos deshumaniza. Consuciendonos a sacar lo peor de cada individuo.

  4. Juan Miguel Zegarra Coello

    Es un tema sustancial en nuestro país. En toda mi vida no he conocido a nadie que no sea racista: sea por que lo sufre y soporta y produce cólera o porque se enorgullece de su condición mas cercana al paradigma blanco, y por ello más cercano al privilegio. Un amigo extranjero me decía «no puedes imaginarte la cantidad de ventajas que me ha dado ser blanco en el Perú». Poder/insignificancia, decente/cholo. He estudiado entre aymaras y quechuas en una escuela fiscal de un campamento minero y recuerdo lo difícil que era ser limeño alli. La discrimación iba por el lado de la hombría/femineidad. Interesante era, sin embargo, observar cómo muchos estudiantes llevaban nombres norteamericanos (de los norteamericanos jefes de sus padres u otros ) y excepcionalmente de algunos revolucionarios rusos. Me refiero a fines de las décadas de los 50′ y de los 60s. Esto lo he visto generalizado ya en esta década de este siglo en los nombres de los miembros de… la PNP. ¿Admiración?; ¿negación? Vale la pena analizarlo no?

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