El arcoíris tras una década


¿Han cambiado las cosas para los peruanos LGBT+ en estos diez años?


La semana pasada, el actor Bruno Ascenzo y el cantante Adrián Bello publicaron en sus cuentas en redes sociales unas fotos lindas de ambos para celebrar sus diez años como pareja. “10 años. Una década de risas y llantos, esquivando obstáculos, abriendo caminos, inventando reglas. El mejor regalo para despertar todos los días con una sonrisa. Mi bello amor. Gracias por querer —y seguir queriendo— caminar juntos. Por 50 más”, escribió Bruno en su cuenta. 

A su turno, Adrián publicó: “Creo que escribo tantas canciones de amor porque por mucho tiempo pensé que no llegaría a experimentar algo verdadero. Una parte de mí se creyó el homofóbico cuento de que eso no me correspondía en esta vida. Ahora que van 10 años de subidas y bajadas, ataques de risa y de lágrimas, sueños ganados y perdidos, mudanzas, gatos y miles de experiencias más junto a mi mejor amigo y compañero de vida, pienso: no existe algo más verdadero que esto. Esto es amor”.

El año pasado, a raíz del matrimonio de mis amigos Beto y Francisco, escribí un artículo para Jugo de Caigua, donde señalaba que el matrimonio de mis amigos, así como mi propio matrimonio —o cualquier matrimonio del mismo sexo— “no constituyen solo una fiesta inolvidable: son también el futuro improbable ganándole al pasado que parecía invencible. La ilusión derrotando al cinismo. La celebración de lo que somos, de lo que sentimos y de lo que deseamos para nuestras vidas. La renovación de esa esperanza terca que nos acompaña desde la adolescencia y que se materializa en la mirada cómplice de quien amamos”.

Todos nosotros pertenecemos a una generación donde la pregunta de si algún día podríamos ser visiblemente homosexuales nos acompañaba dentro del closet. ¿Eran compatibles nuestros sueños y proyectos de vida con vivir plenamente nuestra identidad? ¿Conoceríamos a alguien especial? ¿Podríamos ser felices? 

Por eso es que hitos como los aquí señalados son tan valiosos para nosotros. Son instantáneas de un largo camino que, por momentos, temíamos que no podríamos transitar.

Luego de ponerles el respectivo corazón, me quedé pensando que publicaciones como las de Bruno y Adrián habrían sido improbables hace diez años, y que hoy no sorprenden a casi nadie. A veces, la falta de avances significativos en la legislación —como la ley de matrimonio igualitario o la ley de identidad de género— nos hace pensar que estamos estancados hace décadas y que todo sigue igual.

¿Es esto así? Usando la efeméride de mis amigos, haré una rápida comparación de cómo eran las cosas en 2013 y cómo son ahora en 2023.

Hace diez años, la Marcha del Orgullo de Lima tenía, siendo optimistas, un cuarto del tamaño que tiene la marcha hoy. Y solo había marchas del orgullo en la capital, Arequipa, Iquitos, Trujillo, Piura y Tacna. Seis ciudades, en total. Hoy, ese número se ha más que cuadruplicado: 26 ciudades en total, en 19 regiones de la costa, sierra y la selva. Las últimas en unirse han sido Abancay y Cajamarca en 2022, y veremos qué nuevas ciudades se sumarán este año en junio.

Hace diez años no teníamos ninguna autoridad abiertamente LGBT+; desde entonces vamos siendo cuatro congresistas, dos alcaldes distritales y cuatro regidores los pertenecientes a la diversidad. Ser visiblemente LGBT+ y aspirar a un cargo de elección popular ya no suena descabellado o exclusivo de otras latitudes.

Hace diez años, ninguna empresa en el Perú se pronunciaba a favor de la diversidad. Ni una sola. Ni siquiera las franquicias que en otros países asumían esta agenda desde hacía muchos años. Hoy son muchas las que tienen alguna publicación en el Mes del Orgullo, y hay un número creciente de ellas que están entendiendo la importancia de que este tema esté presente no solo en su comunicación, sino también en sus políticas de recursos humanos, como lo demuestra la edición 2023 de la certificación “Mejores lugares para el talento LGBTIQ+” de la ONG Presente.

Hace diez años no se contaba con leyes que señalaran la prohibición expresa de discriminación por identidad de género. Hoy contamos con la ley contra crímenes de odio (Decreto Legislativo 1323) y otras normas e instrumentos con una referencia expresa a dicha prohibición, incluido un tratado internacional de derechos humanos ratificado en el Congreso.

Hace diez años no veíamos a tantas parejas del mismo sexo expresarse cariño en redes, o a personas celebrando ahí libremente su identidad. Eran pocos, casi que podían contarse. Había mucho eufemismo, mucho mensaje oculto para que supiera el que tenía que saber. Hoy, el arcoíris brilla orgulloso en la mayoría de los espacios de socialización de internet. Y está sucediendo lo mismo en espacios presenciales – bares, discotecas, restaurantes – que antes no se consideraban “de ambiente”.

Hace diez años, los ultraconservadores estaban tranquilos en sus casas. Diez años después se organizan para crear molinos de viento y se movilizan con marchas y pancartas mentirosas en los puentes de la Vía Expresa. ¿Por qué incluyo este hecho en este recuento que busca ser optimista? Porque hace diez años no tenían necesidad de protestar y manifestarse, pues sus ideas eran el statu quo sólido en las mentes y los corazones de la gente. Hoy saben que las cosas están cambiando a varios niveles, observan con temor la cantidad de gente joven que va a la Marcha del Orgullo, o el tipo de cobertura mediática que se le brinda a este tema. Tienen hoy el poder político, pero saben que están perdiendo la batalla por el sentido común en la mente y los corazones de las personas. Y tienen miedo, porque saben que, irremediablemente, eso llevará a un futuro de mayor inclusión y respeto.

Es importante señalar que estos y otros avances no impactan a todos por igual: la zona del país donde se vive, la situación socioeconómica, el color de piel, la edad, la identidad de género, entre son algunos de los elementos que deben tomarse en cuenta en el análisis para entender cómo las exclusiones hacen que los avances sean desiguales.

Y, también, se debe señalar lo evidente: no todo son avances. Tenemos presentes las cosas que siguen igual o que han empeorado, y no solo en ámbitos como el legislativo. Por ejemplo, sigue siendo muy riesgoso ser abiertamente LGBT+ en nuestras ciudades, especialmente para las mujeres trans. Hace diez años, el lema de la Marcha del Orgullo de Lima fue “¿Cuánt@s más tenemos que morir?”, y si bien ahora contamos con mejor legislación que en ese momento, lo cierto es que los crímenes de odio no se han detenido, como nos lo recuerda con dolor la muerte de seis mujeres trans en lo que va del año, todas asesinadas de forma violenta.

El camino, pues, sigue siendo largo, desigual y difícil, pero se avanza. Se avanza. Y no se dejará de avanzar.


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2 comentarios

  1. Jorge Iván Pérez Silva

    La sensibilidad y la razón le van ganando la batalla a la intolerancia en el espíritu de los jóvenes. Lamentablemente, en el de muchas personas mayores, esta permanece intacta, de piedra.

    • Juan Peralta

      Sin embargo, mis hijos repiten como bromeando lo que escuchan en el colegio: “que gay”,“ no seas gay”,“eres gay”,etc., dandole una connotación negativa. Me podría informar si hay alguna directiva, reglamento o algo que comprometa al director del colegio a asumir una intervención temprana en este tema. Creo que es en esta etapa donde se forman y se desarman los prejuicios.

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