EconoMeToo


La violencia contra la mujer no podía faltar en Economía y solo nos resta afrontarla


Cuando estaba licuando el jugo de caigua para presentar a los premios Nobel de Economía de este año, me empecé a enterar de las acusaciones de acoso que estaba recibiendo Philip Dybvig —coautor de Douglas Diamond, también ganador del Nobel de este año—. Fue a través de un tuit que, a su vez retuiteaba mensajes escritos en chino, porque resulta que las preferencias amorosas del economista están dirigidas hacia estudiantes de ascendencia asiática. Esto ha coincidido con lo que, en un artículo reciente en The Chronicle of Higher Education, Carolyn Kuimelis ha denominado el movimiento #YoTambién (#MeToo), pero para nuestra profesión: la de economista, utilizando el hashtag #EconMeToo. 

La economista Jennifer Doleac trabaja en temas de discriminación en general en la Universidad de Texas A&M, ha recogido testimonios actuales de estudiantes y profesoras de diferentes departamentos de Economía en los Estados Unidos y ha difundido algunos de ellos en su cuenta de Twitter —@jenniferdoleac—, cuidando la identidad de las denunciantes y, en algunos casos, de los perpetradores, para protegerse de represalias y demandas judiciales por difamación. Entre los distintos casos, me llamó mucho la atención la alegación sobre contratar mujeres strippers para el cierre de una reunión académica de economistas.

A raíz de estas alegaciones, y porque los dos profesores nombrados pertenecen a departamentos académicos en el campus de Madison de la Universidad de Wisconsin, más de 160 estudiantes de doctorado firmaron una carta abierta al departamento de Economía que contiene varias recomendaciones para abordar el tema; algunas tan obvias como reconocer que han ocurrido casos de acoso.

Junto con ello, están circulando varias investigaciones publicadas sobre los efectos que tiene la violencia contra la mujer o actitudes hostiles en los entornos laborales. Muchas veces se piensa que esto solo comprende el acoso y el hostigamiento sexual, pero sabemos que no es así. En esa línea, llamó mi atención un estudio que muestra resultados estadísticos sólidos sobre el maltrato sufrido por Janet Yellen, anterior directora de la Reserva Federal estadounidense (FED), cada vez que asistía a audiencias en el Congreso: era interrumpida con más frecuencia y el lenguaje utilizado por los congresistas era más agresivo que cuando esos mismos congresistas tuvieron que interactuar con otros jefes de la FED de género masculino.

Por supuesto, estas alegaciones podrían fácilmente corresponder a situaciones que vivimos cotidianamente en nuestro país. Si no, recordemos que Fernando Zavala y María Antonieta Alva tenían la misma edad cuando asumieron el Ministerio de Economía y Finanzas, pero a ningún editor se le ocurrió colocar en la carátula de su revista semanal el apelativo “ñaño” para referirse a Zavala, pero sí se consideró razonable escribir “ñaña” para referirse a Alva. ¿Muestra de cariño hacia ella? No, de ninguna manera.

En el año 2014, varias académicas de las ciencias sociales formamos el Grupo Sofía para visibilizar el trabajo académico de colegas que suelen quedar bajo el radar de medios de comunicación, de jefes en el ámbito universitario y de opiniones y el respeto por nuestras contribuciones. De esta manera llevamos adelante varios proyectos de investigación que brindaron evidencia sobre las barreras que enfrentamos para avanzar en nuestras carreras.

Junto con la socióloga Erika Busse, hicimos el estudio correspondiente para la carrera de Economía en universidades públicas y privadas de Lima y el resto del país. A diferencia de otros países, en el Perú esta carrera atrae a hombres y mujeres casi por igual, pero constatamos que las mujeres que se dedican al mundo académico disminuyen y casi desaparecen cuando de posiciones de jefatura o similares se trata. 

¿Son decisiones libres, decisiones condicionadas o mera discriminación? Las razones que dieron nuestros entrevistados y entrevistadas es que se trata de una decisión individual: que las mujeres no queremos entrar a la carrera académica. 

¿Puede ser esta realmente una decisión individual si se observa un escaso número de profesoras en departamentos de Economía de todo el país, sean de universidades públicas o privadas? Pues parecería que no. Para empezar, la posible discriminación o el machismo no tienen que ser explícitos para ser calificados como tales. Por otro lado, las características estructurales de nuestra sociedad condicionan esas decisiones calificadas como individuales; pero al ser calificadas como individuales, nada tendría que cambiar en la manera de tomar decisiones para contar con más mujeres tomando esas decisiones.

Es el típico caso de cómo la formulación del problema afecta la solución propuesta. 


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