Disposiciones estúpidas


Un recuento que provoca risa y también mucha indignación 


Recuerdo cuando en el colegio nos teníamos que poner inmediatamente de pie apenas un adulto entraba al salón de clases. Recuerdo cuando nos comunicaron que era obligatorio ir a misa los domingos y que por cada vez que faltáramos —entregaban un ticket al final— se nos rebajaría un punto en Conducta. Recuerdo a mis amigas a las que hacían arrodillar para comprobar que la falda del uniforme tocaba el suelo; de lo contrario, eran enviadas de vuelta a su casa. Recuerdo la disposición de un par de tiranos que prohibían ir al baño una vez que había empezado la clase. Recuerdo que en el colegio de una amiga estaba prohibido que se usara borradores. Recuerdo un letrero en un lugar público que decía “Prohibido dar de lactar”. Recuerdo una librería que prohibía hojear los libros antes de comprarlos —y me acuerdo de que hoy existen láminas de plástico que lo dificultan—. Recuerdo cuando descubrí que mi padre ponía en julio la bandera en nuestra azotea no porque fuera un patriota, sino porque de lo contrario le ponían una multa. Recuerdo los letreros en las discotecas que decían que el lugar se reservaba el derecho de admisión y a mis amigos menos blancos jugándose literalmente el pellejo. Ya que estamos, recuerdo que unos vecinos de uno de los distritos más acomodados del país exigieron a su alcalde que no se permitiera la visita de niños de distritos más pobres a los parques de su vecindario. Recuerdo las remembranzas de mis mayores, de cuando el arzobispo de Lima dispuso la excomunión de quienes bailaran el reguetón de esa época. Recuerdo cuando la municipalidad de mi distrito le puso trabas a los skaters para que circularan por la vía pública y también recuerdo que hace no mucho un serenazgo se le acercó a mi hija y a sus amigas diciéndoles que estaba prohibido que se sentaran a reunirse en el pasto de un parque público. Recuerdo que mi amiga Roxana me contó que en el hospital en que acababa de morir su padre llenó los datos para solicitar el certificado de defunción, y su estupor cuando el encargado le gritó porque debía haberlos escrito con tinta azul. Recuerdo cuando mi novia tuvo que sacar un permiso notarial para viajar dentro del país con su hijo, en el que básicamente ella se daba permiso a sí misma para viajar con él. Recuerdo un cuadro comparativo que cierta vez me mostró mi amigo Alberto, en el que consta que para casarse en Connecticut, Estados Unidos, se necesita cumplir 3 requisitos, mientras que para casarse en Miraflores, Lima, Perú, es necesario cumplir con 9 obligaciones, incluyendo la presencia de testigos, la presentación de recibos de servicios, y certificados médicos que descarten sífilis y tuberculosis. Recuerdo que hace unos días, el Congreso peruano aprobó eliminar el lenguaje inclusivo de las comunicaciones del Estado, aduciendo un “desdoblamiento innecesario”, con lo cual imagino que desde ahora ningún funcionario podrá empezar su discurso con un señoras y señores. Recuerdo que, ayer nomás, un funcionario de mi distrito quiso evitar que un grupo de señoras felices hiciera ejercicios bailando frente al océano Pacífico aduciendo que la instructora les cobraba y usaba un espacio público. Y mientras le echo un vistazo a mi secadora de ropa, recuerdo el rostro imperturbable de la congresista Alva defendiendo su proyecto de ley para que quienes trabajen desde su casa no puedan realizar tareas domésticas en horas de trabajo, una muestra más de esas mentes al borde del desquiciamiento que quieren controlar cómo hablas, cómo vistes, cómo cumples tus metas, cómo te diviertes; es decir, cómo vives. A todas esas lumbreras les deseo que, mientras caminan por la calle, les caiga una inesperada lluvia dorada con todo el líquido que nuestros niños han tenido que aguantar cada vez que les prohibían salir al baño. 


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4 comentarios

  1. Bernardo Sánchez

    Aunque no considero el primero de los recuerdos como una disposición estúpida, porque es un saludo (rango similar a la norma que obliga a reservar asientos en los buses de transporte público), las demás encajan perfectamente en el contexto de la nota…

  2. Algunas disposiciones estúpidas siguen vigentes y otras frases están arraigadas en nuestra sociedad como algo normal

  3. Lourdes Paredes Llanos

    Comparto tu deseo para todas aquellas lumbreras, aunque a mis recuerdos de niña a quien ataban del cinto del mandil gris para controlarla en el aula; le encantaría que esa lluvia dorada se convierta a estado sólido. Disculpa mi indignación, los recuerdos son tan presentes.
    Saludos cordiales Gustavo.

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