Al cine con Julius


Los entretelones de una película que explica mucho nuestro país 


El pasado 11 de noviembre se estrenó la película Un Mundo para Julius de la directora Rossana Díaz Costa y con estas líneas quiero animar a todos para que vuelvan a las salas de cine. No solamente porque he aportado mi granito de arena a la producción y hago un breve cameo, si no principalmente porque creo que se trata de una película necesaria, e incluso indispensable para entender el Perú.

Rossana —o la Rocca, como le decimos en confianza—y yo nos conocemos hace muchísimos años. Fuimos al mismo colegio, aunque no cursamos el mismo año y nos hicimos muy amigas en la universidad cuando ella estudiaba Literatura y yo Historia. Compartimos desde siempre el amor por las historias, los viajes, el cine y el Perú, así como una inhabilidad que parecía innata para las matemáticas. 

Durante años hemos hablado sobre el Perú y las fracturas que lo atraviesan y, con el tiempo, he visto con admiración el empeño con que la Rocca ha buscado con la terquedad que la caracteriza hacer un cine comprometido con el país en un ambiente hostil, donde cada paso parece un campo minado. Su primera película, Viaje a Tombuctú (2014), se centra en la vida de unos chicos que crecen en La Punta en los años 80 y cómo tratan de sobrevivir entre la violencia, la crisis económica y unos sueños que parecen imposibles de realizar.

Fue justamente ver esta película lo que convenció a Alfredo Bryce Echenique de confiar en la visión de Rossana para llevar su celebrada novela a la gran pantalla. Un Mundo para Julius fue publicada en 1970, hace más de 50 años, cuando el Perú estaba en el proceso de desmantelar el régimen agrario y poner en jaque la vida de la élite que Bryce retrata en su novela. Tan positiva fue la recepción que le dio el gobierno de Juan Velasco Alvarado que,  según cuenta el mismo Bryce en sus Antimemorias, por años el presidente se la pasó ofreciéndole una embajada donde quisiera. Bryce pidió la de Venecia porque, claro, no existe embajada peruana en la ciudad de los canales.

La novela de más de 600 páginas fue lectura obligada para mi generación, no sé si porque estaba en el currículo, o porque simplemente le gustaba a los profesores de Castellano. Con su fina ironía y su incomparable humor, Bryce nos cuenta una historia tristísima y desgarradora con una finura tal que, a la larga, nos acordamos de los personajes entrañables, de las situaciones cargadas de ternura y de nostalgia por un mundo que hasta cierto punto ya no existe, pero que en el fondo sigue existiendo. 

Qué reto más grande traducir esto a la gran pantalla. Qué reto,  además, hacerlo en un país donde casi no hay fondos para hacer cine, y menos de época. Por ejemplo, quienes reparten los fondos concursables para el cine en el Perú pensaban en un inicio que era mejor no otorgarle dinero porque iba a ser insuficiente o, del otro extremo, estaban convencidos de que al ser una película tan vistosa se financiaría sola. Los primeros en creer en la película fueron los encargados de entregar fondos de fomento al cine en Argentina, donde realmente existe una industria cinematográfica importante, a pesar de la crisis económica. Luego se logró conseguir dinero de privados, pero no fue hasta que la televisión española decidió dar el sí que se pudo realmente pensar en la producción. Luego, al ver que el proyecto era viable, los fondos del cine nacional dieron su apoyo para terminar la película, así como lo hicieron empresas e instituciones que hicieron posible que hoy podamos tener en pantalla grande la obra más aclamada de Bryce.

El rodaje fue una aventura aparte y el inmenso esfuerzo de un gran equipo hizo posible crear un mundo con mucha precisión gracias al trabajo de los artistas que recrearon los vestuarios, las casas, los autos, los clubes, la vida misma que se narra en la novela. La cinematografía, la música y, en fin, toda la producción, nos transporta al mundo que imaginó Bryce, pero este no habría cobrado vida realmente sin los intérpretes, los actores y actrices que dan vida a Julius, a Vilma, a Susan, a Cynthia… 

No les voy a contar lo que ocurre en la cinta, pues detesto los spoilers y guardo la ilusión, cual niña de la edad de Julius, de que todos vayan corriendo a comprar sus entradas al leer esto. Sin embargo, sí les puedo garantizar que la película capta la esencia principal del libro. Una gran ficción que, como sabemos desde hace cincuenta años, captura una serie de verdades sobre el Perú que nos siguen doliendo hasta hoy. 

No se la pierdan.

2 comentarios

  1. Monica Fuentes Canny

    Buenísima película. Los escenarios son magníficos. Es increíble que se diera en esa época el racismo alucinante que se muestra. Cuando leí el libro me acuerdo que me impresionó la escena de la empleada que planchaba las camisas en su casa humilde, por decir lo menos, y el trayecto que tenía que que recorrer para llegar a la casa de la familia de Julius y como este se da cuenta de toda este paradigma.
    La única parte que yo diría que faltó fue la profesionalidad del niño actor que hace la mímica de llorar. Por supuesto que es muy difícil en un medio como el nuestro conseguir un niño actor profesional. El segundo niño lo hace más realísticamente.

  2. Sara

    La película es muy emotiva y conmovedora, sobre todo para aquellos que hemos leído la novela y más de una vez. Es doloroso comprobar que aún persisten muchas de las taras de cierto sector de nuestra sociedad. El racismo, la discriminación, la violencia juvenil entre pares, el abuso e iniciación sexual, el machismo siguen tan vigentes como entonces. El afecto, ternura y cuidado hacia los niños por parte de quienes no son su familia es otro tema muy importante dentro de la novela. Solamente añadir que me quedé sin ver el gesto aquel del mechón de cabello de Susan que olía delicioso.

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