Ahora que empiezan las clases


Tres consejos de alguien que por años sufrió de desorganización


Durante mis años de universidad en España escuché una frase que se repetía al inicio de cada semestre: «Las matrículas se sacan en septiembre». Este consejo se refería a que el rendimiento académico del resto del semestre dependía de cómo lo empezaras. Es decir, si no ponías todo tu empeño desde el principio, difícilmente lograrías sobrevivir al resto del curso. Esta frase siempre me molestó porque, para mí, el inicio del semestre era el momento para reencontrarme con amigos después de las vacaciones, descubrir las particularidades de cada curso y comprar útiles escolares nuevos.  Ahora, después de muchos semestres, entiendo la importancia de esas primeras semanas para asegurar el éxito académico posterior, pero no en la manera que este consejo indicaba —estudiando desde la primera semana—, sino reconociendo la importancia de la organización para sobrellevar las tareas y exámenes antes de que se empiecen a acumular.

A pesar de no considerarme una persona especialmente organizada y de que la mayoría de los consejos de organización no me suelen funcionar, he identificado algunas rutinas que me facilitan un poco la carga académica. Aunque estas pueden variar de un semestre a otro, hay tres estrategias que repito sistemáticamente antes de que me aplaste el semestre.

1. Sinceridad académica 

Antes de saber organizarnos, hay que saber cuánto nos demoramos en completar diferentes tareas académicas. Solemos sobredimensionar nuestras capacidades al decir “me siento y en dos horas me aprendo toda una lección”, cuando realmente necesitamos por lo menos el doble. Lo mismo nos pasa cuando pensamos que si en finales nos aprendimos todo un curso en diez horas, también lo podríamos hacer sin la presión de una fecha límite. 

Lo que necesitamos para organizarnos es saber cuáles son nuestras necesidades: ser sinceros con nosotros mismos, sin compararnos con los demás, y entender cuántas horas nos demora hacer determinadas tareas. Por ejemplo, yo suelo demorarme media hora en leer un capítulo de un libro. Antes me demoraba una hora, y al inicio del doctorado me demoraba dos. En ningún momento demorarme más o menos era erróneo: simplemente era el tiempo que le tocaba a mi capacidad. Saber qué tiempo aproximado me demora hacer algo me ayuda a organizarme, porque así puedo saber que si para la próxima semana tengo que leer un libro voy a necesitar cuatro u ocho horas y de dónde puedo sacarlas para terminar esa tarea. Ello, en lugar de pretender leer el libro toda la noche antes del examen, cosa que también he hecho, pero que no es sostenible a largo plazo. 

Cuando no sabía cuánto tiempo me demoraba completar una tarea, leer un capítulo, escribir un ensayo o estudiar para un examen, pensaba con optimismo que podía completar en dos horas lo que en realidad requería un mínimo de cuatro. Esto me llevaba al estrés por no llegar a la fecha, o a desanimarse porque una piensa que avanza muy lento. Aunque esto sigue ocurriendo, suelo manejar mejor mis tiempo para completar mis pendientes en el tiempo que necesito y, especialmente, no alargar las tareas que se puedan terminar de forma más rápida. 

2. Organizarse también es estudiar

A todos nos ha pasado: llegar a una reunión en la que no había una agenda en la que se indicaba qué temas se iban a tocar, o en la que no se tenía la presentación lista, o en la que no todos habían recibido el informe antes. En estas situaciones tenemos a un público aburrido que no puede dejar de pensar que la reunión de una hora pudo durar media hora, o haber sido un correo electrónico. Algo similar nos pasa con la organización del semestre, donde el éxito de la reunión no depende de lo que ocurre cuando estamos todos sentados, sino de cómo se prepara todo lo que se va a necesitar para realmente empezar a trabajar.

Las experiencias de reuniones sin organización las traduzco al ámbito académico con la preparación del semestre. Aunque ya he confesado que las primeras semanas son de reencuentro, también lo son de preparación del material. No necesariamente me veo estudiando las primeras semanas, pero sí hago lo siguiente: imprimo el sílabo de la clase, descargo o imprimo todas las lecturas, escribo en mi calendario qué tengo que leer para cada clase, cuán largo es (por ejemplo: diferencio si tengo que leer un libro entero o solo algunos capítulos), y si tengo que comprar libros intento tenerlos todos al inicio del semestre. 

Tener todo impreso o descargado al inicio del semestre me ayuda a ver todo el trabajo a realizar desde el inicio, en lugar de sorprenderme cada semana con lo que tengo que hacer. Para muchos como yo, si no “vemos” el trabajo, este no existe, por lo cual tenerlo todo al inicio nos ayuda a mapear todas las responsabilidades y el tiempo que toma realizarlas mientras avanzan las semanas. El resultado de esta estrategia es concentrar la mayor parte de la preparación en las primeras semanas del semestre, en lugar de empezar cada sesión de estudio invirtiendo media hora para ubicarnos en las responsabilidades, de desesperarnos por no encontrar las lecturas, o de sorprendernos con tareas más arduas de las que esperábamos. 

3. Más time blocking y menos multitasking

Hace unos años todos describíamos al multitasking como una cualidad que todo trabajador debía tener y tal vez la pandemia hizo que tuviéramos que explotar al máximo nuestras capacidades de trabajar con un ojo puesto en lo que pasaba en nuestra casa. Si bien hay muchos trabajos y situaciones que requieren que dividamos nuestra atención, también vemos cada vez más necesario tener trabajos que nos permitan bloquear nuestros calendarios para enfocarnos en una sola tarea. 

Hay diferentes maneras de organizarnos para dar nuestra atención total a una acción. Por ejemplo, los más afortunados pueden separar un día a la semana sin reuniones, en el que solo avanzan proyectos sin tener que interrumpirlos con llamadas que acaban siendo distracciones o que rompen el flujo de trabajo. En el caso de los estudiantes, tal vez puedan hacer malabares con sus horarios para poder tener clases solo en las mañanas y estudiar en las tardes, o tener un día sin clases. Como estos escenarios son poco probables, lo mejor es incluir en nuestros calendarios horas en las que podamos dedicarnos solo a una acción. Es así que podemos tener dos horas en la mañana antes de que empiecen a llegar los correos o entre clases. El truco está en llegar a esas horas sagradas sin distracciones, sabiendo qué podemos lograr con el tiempo que tenemos —mi primer consejo— y con todo listo para acabar la tarea —mi segundo consejo—. 

Y con estos tres consejos de una estudiante que por años vivió desorganizada, doy por inaugurado el año escolar 2023. 


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4 comentarios

  1. Nancy Goyburo

    Muy buenas recomendaciones! Gracias.

  2. Mariano Calderon

    Como pretender que los alumnos peruanos apliquen estas rutinas, s no se tiene lo mínimo, 30,000 escuelas se encuentran dañadas y/o en estado ruinoso. Antes de pretender algo de avanzada, se debe comenzar por dotar de infraestructura adecuada. Un crimen que el ministerio de educación haya regalado (para no decir robado) 720 millones en consultorias que por los resultados luego de 10 años, han sido un total y absoluto fracaso

  3. Diana

    Gracias por el articulo, me brindo una idea más clara para este inicio de clases!

  4. Gabriela

    Conecto bastante con esto ya que yo también me considero una persona desorganizada hasta el día de hoy y eso es frustante porque sientes que deberias estar haciendo otras cosas y no sabes como cuadrar todo y quiere hacer de todo un poco. Gracias por los consejos!!!

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