Abrir más en vez de cerrar 


En domingo de resurrección, una reflexión sobre nuestra memoria


En este día final de la semana de celebración más importante del calendario cristiano cabe preguntarse cómo se condice la idea de la caridad y el amor al prójimo, tan central en las creencias de Jesús, con la manera en que algunos de los exponentes del catolicismo en el Perú se expresan sobre el dolor y la necesidad de los otros.

En un país atravesado por la violencia y la desigualdad, donde el cristianismo, mayoritariamente en su variante católica, domina muchos de los espacios públicos y privados, no deja de sorprender la virulencia con la que se atacan proyectos que buscan la reconciliación y el encuentro de las peruanas y peruanos.

Es imposible negar que nuestra historia está atravesada por recurrentes episodios de injusticia donde casi siempre los mismos terminan peor que antes. ¿Qué hacemos como sociedad para enfrentar esta situación y buscar revertirla? La verdad que no mucho, o no lo suficiente, pues repetidamente buscamos olvidar, o por lo menos oscurecer, lo sucedido. Episodios como la esclavización de los descendientes de africanos e indígenas, o los abusos genocidas de la explotación del caucho, merecen y necesitan muchos más espacios de conmemoración y memoria.

Algo de este esfuerzo por silenciar existe en los intentos poco sutiles de la Municipalidad de Miraflores de cerrar, aunque sea temporalmente, el Lugar de la Memoria (LUM) con una medida administrativa: es sabido que la violencia institucional suele ejercerse revistiendo las acciones de los poderosos de un armazón jurídico.

Más allá de la campaña de desinformación que se viene librando en contra del LUM, que, como nos explicó Alberto de Belaunde el martes pasado, incluye negar la inclusión de las fuerzas armadas y policiales en la muestra permanente, así como de inventar disparates como que no se responsabiliza a Sendero Luminoso y al MRTA de haber desatado la violencia, hay quienes consideran que la muestra no debería existir sin que la gran mayoría de ellos la hayan visitado.

La creación del LUM no fue fácil y se concretó debido a una serie de confluencias afortunadas y al esfuerzo sostenido de muchas personas. Los museos y lugares de memoria son parte de procesos por los que pasan las sociedades que han vivido experiencias de violencia extrema y suelen tardar años en hacerse realidad.

Los primeros en surgir suelen ser los espacios de memoria organizados por los familiares de las víctimas que buscan justicia y reparación, y, en el caso peruano, un ejemplo es el museo de ANFASEP en Ayacucho. Los museos impulsados por el Estado tardan mucho más en hacerse realidad y el costo es bastante mayor.

El LUM podría no haber llegado a existir si no fuera porque la entonces canciller alemana Ángela Merkel pidió visitar “el museo de la memoria peruano” cuando estuvo en Lima para una reunión de jefes de Estado de la Unión Europea, después de visitar la muestra de fotos de Yuyanapaq en el Museo de la Nación —algo que aún se puede hacer—. Al enterarse de que no lo había, ofreció el dinero para la construcción de uno.

El entonces presidente Alan García le agradeció mucho el ofrecimiento, pero respondió que mejor sería usar el dinero para otro objetivo, a lo que la canciller alemana contestó, elegantemente, que el dinero solo podía utilizarse para lo planteado. Producto de ello, se instaló una comisión de alto nivel, integrada por Mario Vargas Llosa, Fernando de Szyslo y otras eminencias para encargarse de hacerlo realidad. El entonces alcalde de Miraflores, Manuel Masías, donó el terreno de lo que había sido una recicladora de basura y, tras un concurso arquitectónico y muchos años de esfuerzo, se levantó el edificio y se organizó la muestra tras consultas con todos los involucrados. 

Los espacios de memoria en lugares donde se ejerció la violencia, como el Santuario de la Hoyada en Ayacucho, son muy necesarios. En este último, por ejemplo, los familiares de las víctimas buscan que no se olvide lo sucedido en el cuartel Los Cabitos, donde se instaron dos hornos crematorios para desaparecer los restos de los detenidos desaparecidos. El proyecto se viene trabajando desde hace más de una década y en el 2022 se comenzó su construcción. ¿Lo terminará el nuevo gobierno regional?

Este 2023, en que una vez más tenemos muertos que lamentar debido a la violencia estatal y policial, y cuando parece haber una guerra declarada contra la memoria y una apuesta por el olvido, lo que necesitamos son más espacios y lugares de memoria, y no menos. Las deudas que tenemos como sociedad exigen más compasión, empatía y solidaridad con los peruanos y peruanas que sufren ante la injusticia y que tienen muertos a quienes llorar.

Este domingo en que muchos celebran la

resurrección de Jesús, ellos no tendrán a sus seres queridos alrededor de la mesa. No les robemos además su memoria: una sociedad que no recuerda lo más difícil, no tiene futuro.


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1 comentario

  1. Jorge Ortega

    Ángela Merkel, como todos los alemanes, tienen la memoria de la Segunda Guerra Mundial por todo su territorio para recordar las miserias que Hitler y sus séquitos ocasionaron. En el Perú, el LUM es un espacio necesario para recordar nuestro holocausto y evitar repetirlo.

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