¿A quién no vimos en estas elecciones?


Ricardo Guerrero Custodio es abogado por la Pontificia Universidad Católica del Perú, candidato a la Maestría de Derecho Constitucional y Derechos Humanos por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y activista en discapacidad y accesibilidad. Su experiencia incluye proyectos enfocados en reconocimiento, visibilización y empoderamiento de personas en situación de discapacidad que fomentan la autonomía y accesibilidad en el entorno físico, así como la implementación de ajustes razonables para el cumplimiento de la cuota laboral en entidades públicas y privadas.


Recordemos lo vital de una gestión accesible


Cuando los peruanos pensamos en octubre, inmediatamente nos imaginamos el turrón, el Señor de los Milagros y los temblores; sin embargo, es también el Mes de la Discapacidad, pues el 16 de este mes se celebra el Día Nacional de la Persona con Discapacidad, cuyo objetivo es llamar la atención sobre la existencia de un colectivo de peruanos que, por lo general, son invisibles para la sociedad.

Coincidentemente, hemos iniciado el mes con las recientes elecciones municipales y ha sido triste comprobar que entre la lluvia de propuestas de toda índole nuevamente se dejó de lado a las y los ciudadanos en situación de discapacidad.

Es triste apuntar, además, que el pasado 15 de setiembre algunos candidatos al sillón municipal de Lima Metropolitana suscribieron el acta de compromisos por la inclusión de las personas en situación de discapacidad —un documento mediante el cual se comprometieron a incluir la temática de discapacidad en sus políticas y planes de gestión— y que, sorprendentemente —o quizá no tanto—, el candidato finalmente elegido no suscribió dicho compromiso, lo cual es un síntoma más de la notable ausencia de este colectivo en el imaginario político y su agenda.

Ya que las elecciones se presentan siempre como un escenario de cambio y acción, hace no mucho un grupo de asociaciones organizó la campaña #PorUnMunicipioConNosotros con el objeto de hacer visibles las barreras físicas y sensoriales que las personas con discapacidad enfrentan cada día, las mismas que nos han llevado a lo largo de la historia a escenarios de desigualdad, en los que no existe la inclusión, y menos la autonomía. 

En buena cuenta, ¿qué se solicitaba a través de esta campaña? Fortalecer la institucionalidad de la Oficina Regional de Atención a la Persona con Discapacidad (OREDI) y la Oficina Municipal de la Atención de la Persona con Discapacidad (OMAPED) con funcionarios calificados y conocedores de los compromisos del Estado en materia de discapacidad; promover la accesibilidad a través del uso adecuado del presupuesto regional y municipal, y promover el uso de intérpretes de lengua de señas, así como el uso del Braille, semáforos sonoros y medidas de accesibilidad cognitiva, como los formatos en lenguaje sencillo en todo medio de información al usuario.

De acuerdo al perfil sociodemográfico de la población con discapacidad realizado por el INEI en 2017, solo en Lima son más de 200 mil las personas que encuentran limitado su derecho al libre tránsito y a la accesibilidad, todo ello a causa de veredas invadidas, rampas pésimamente diseñadas, rotas y bloqueadas por acopios de basura, carretillas o vehículos indebidamente estacionados. A ello, tristemente, se suma que contamos con un sistema de transporte público excluyente. Es cierto que algo se ha avanzado con el Metropolitano y la línea 1 del Metro,  y que ambos sistemas cuentan con espacios reservados para personas en situación de discapacidad, pero encontrar un sitio que no haya sido tomado por personas que no lo requieran es una odisea que nos puede llevar varios minutos, incluso horas. 

El alcalde electo va a tener la tarea de repensar el ejercicio de la ciudadanía de este colectivo y mostrarse ducho en la gestión para ejecutar acciones concretas. Así como urge abordar aspectos como el abastecimiento, la crisis climática y la prevención ante desastres, también urge garantizar la accesibilidad en el entorno urbano para que las y los ciudadanos puedan vivir con condiciones de vida que permitan su desarrollo personal. 

No hay que descubrir la pólvora, pues ya contamos con normativa sobre la materia. Por ejemplo, recordemos la Convención sobre los Derechos de las Personas en Situación de Discapacidad (2006), la Ley N.º 29973, la Ley General de la Persona con Discapacidad y su Reglamento ya aprobado por decreto supremo. Incluso, en Lima se cuenta con la Ordenanza Municipal N.º 2273, que promueve la accesibilidad universal y fomenta la inclusión de las personas en situación de discapacidad. 

En su condición de nuevo alcalde metropolitano, Rafael López Aliaga deberá garantizar la aplicación de la citada Ordenanza Municipal en todos los distritos: a lo largo de los años, mientras Lima crece, en la periferia capitalina poco o nada se ha avanzado en accesibilidad en pistas y veredas. La solución no pasa por eliminar desniveles, sino por aplicar las normas que ya tenemos, y en los casos en que una rampa sea la alternativa idónea, que se verifique, fiscalice y garantice su funcionalidad con un grado de inclinación que permita transitarla sin exponerse a una caída. 

Es momento de dejar de lado los colores partidarios y dar forma a las políticas que reflejen un verdadero cambio de mentalidad en la cual la inclusión sea real, pues beneficia a todos, no solo a las personas afectadas. Como refiere Mariana Alegre, directora del observatorio Lima Cómo Vamos, resulta necesario que quien asumirá la gestión municipal “trabaje articuladamente con el sector privado, organizaciones sociales, grupos vecinales, alcaldías distritales, etc. a fin de poder enfrentar las distintas problemáticas que afectan a los ciudadanos”.En suma, es momento de ponerse la camiseta de la inclusión y pensar en términos de accesibilidad y de un diseño universal que beneficie a todos. Es hora de construir una ciudad inclusiva, en coordinación constante con otras autoridades locales, y trabajar hombro a hombro para eliminar barreras físicas y sensoriales no solo para quienes vemos o identificamos como personas con discapacidades, sino, principalmente, para aquellos que inconscientemente —o debido a suposiciones sobre sus capacidades— hemos excluído. 

A cada cierto tiempo —y no solo tras cada elección—, siempre es importante preguntarse: ¿a quién no vimos?


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2 comentarios

  1. Patita

    oye amigo, aquí en Lima-Perú, si no te has enterado, se está haciendo una construcción llamada metro 2, han tapiado con planchas de metal avenidas enteras, dejando pasos de 30 de centímetros de ancho para los pobres habitantes de esos barrios, amén de ruido de motores 24 horas al día, ahí no existen derechos humanos, seguridad y salud, empatía, nada.
    Los peatones no pueden cruzar Javier Prado porque los policías de tránsito no obedecen las luces del semáforo y le dan pase a los autos cuando les da la reverenda gana. El ATU cierra calles enteras, el centro de Lima es dizque peatonal. La gente se desespera por llegar a sus labores. Y ud bien gracias, preocupado por una firma y sus proyectos.

    • Ricardo Guerrero

      Hola Patita, gracias por tu comentario, me hubiera gustado conversar con alguien con un nombre real, pero es parte de las libertades de la pantalla. Te invito a leer nuevamente la nota (o si prefieres, escucharla en Spotify), pues justamente señalo que más allá de las normas y buenas intenciones, se requiere acción por la falta de accesibilidad, pues si el ciudadano de a pie se siente olvidado, más aún ocurre con las personas con discapacidad o quiénes intentamos transitar esta vida desde una silla de ruedas. Te invito a que hagamos un recorrido -puedo conseguirte una silla para que estemos en igualdad de condiciones – y veamos juntos cuánto falta por ejecutar. Podríamos empezar con un ejemplo que tú mismo señalas, cruzar Javier Prado y evaluar in Situ que dificultades encontramos desde un peatón sin discapacidad a uno que pasa sus días desde una silla de ruedas. Abrazo y larga vida! ♿

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