A mis futuros nietos


Cómo contarle a un niño lo que significó Abimael Guzmán


Como haciéndole caso a Heráclito, los personajes que fueron primera plana son reemplazados por otros mientras fluye el río de la historia. Así, mi generación no conoció al Tatán de mis abuelos y mis hijas nunca conocieron al Juan Vilca de mi infancia, pero hay algunos protagonistas, como Miguel Grau o Abimael Guzmán, que no deberían olvidarse jamás por razones opuestas entre sí: inspirar o repugnar. Una tarde, cuando mis hijas eran pequeñas, nos detuvimos en el pasaje Tarata de Miraflores porque me pareció importante contarles el horror que representa esa calle para mi generación. Días después decidí ampliar nuestra lente y nos dirigimos al Lugar de la Memoria (LUM) para que entendieran mejor la complejidad del fenómeno terrorista en el Perú. Ahora que ha muerto Abimael Guzmán me he estado preguntando si mis hijas tomarán la posta con sus descendientes y, ante la duda, me atrapó una ensoñación: me vi algo encorvado y tembleque, paseando con un nieto hipotético, tratando de explicarle en el futuro lo que incluso hoy nos es tan difícil de comprender:

–¿Y quién fue ese Abimael, abuelo? 

–Un psicópata. Es decir, un hombre cruel y sin remordimientos que quería tomar el control del país matando o aterrorizando a quienes se oponían a sus ideas. Un terrorista que era jefe de terroristas. 

–¿Y por qué era tan malo? 

–No lo sé. Imagino que hay gente que nace con esa predisposición. Es decir que, conforme pasan los años, dependiendo de cómo los va tratando la vida, van convenciéndose de que sus métodos son válidos. Y son bien creativos para justificarlos. Este Abimael Guzmán fue hijo de un hombre con dinero y de una mujer pobre, tal vez empleada de su padre, que murió al poco tiempo. Su padre no le dio cariño, pero sí le pagó los estudios. El resultado fue este hombre que creció con educación, pero quizá también con el rencor de quien crece humillado.

–Y lo siguieron más hombres malos… 

–Lo que terminó siendo el Partido Comunista del Perú, o Sendero Luminoso, fue el resultado de un trabajo de años. Guzmán era un profesor universitario en la sierra que empezó captando maestros que trabajaban en esas regiones, y ellos a su vez fueron captando adeptos. Antes de imponer el terror, primero esparció sus ideas. El Perú es un país muy injusto, donde muchísima gente ha vivido sin ser atendida o protegida por el Estado y Guzmán aprovechó ese vacío para decir que la única manera de cambiar las cosas era tomar el poder con violencia. Buscar combatir la injusticia es una ilusión admirable, pero hacerlo derramando sangre inocente tira al tacho ese propósito. Imagino que bien al inicio hubo bienintencionados que pensaban que lo que hacían era lo correcto. Querer un cambio en tu país no te convierte automáticamente en alguien malo. Jesucristo, Mandela o Túpac Amaru eran considerados subversivos en su momento y fueron castigados por el poder de turno. Y mira, ahora son símbolos positivos. Pero, que yo sepa, ninguno de ellos usó el terror como lo hacían los seguidores de Guzmán.

–¿Y cómo usaban ese terror? 

–Los de Sendero entraban a un pueblo, mataban al alcalde o a los vecinos que no pensaban exactamente igual que ellos. Solían usar cuchillos o piedras de manera sanguinaria, porque en sus planes no cabía comprar armas de fuego ni depender de ayuda internacional. Luego le exigían al pueblo una cuota de alimentos. Junto al ganado, muchas veces se llevaban a niños para adoctrinarlos y para que pelearan de su lado. Lo peor era que después de irse los terroristas llegaban los militares y algunos acusaban a ese mismo pueblo de haber ayudado a los senderistas. Así también ocurrieron masacres. ¿Te imaginas vivir así? Primero te atacaban unos y luego te atacaban los otros. Por eso es que tanta gente tuvo que migrar del campo a las ciudades.

–¿Y por qué los militares hacían esas cosas? 

–Porque no estaban preparados para combatir el terrorismo. Los militares se entrenan para combatir a tropas de otro país, uniformadas y claramente identificables como el enemigo. Ellos no sabían cómo atacar a peruanos que se mezclaban con otros. ¿Sabes cómo se terminó capturando a los cabecillas de Sendero? Haciendo labor de detectives. A Guzmán lo apresaron policías peruanos valerosos que usaron el espionaje con inteligencia.
Imagino que algunos militares mataban así porque sentían desesperación, impotencia, ganas de desquitarse: sus compañeros eran emboscados por los senderistas. Pero también creo que hubo racismo: en nuestro país, uno es más importante en la medida que es más blanco y vive en barrios ricos de las ciudades. La vida de un comunero andino que habla quechua es menos respetada que la de un blanco de ciudad.

–¿Y a Guzmán lo mataron cuando lo atraparon? 

–No, lo enjuiciaron y lo condenaron a cadena perpetua en una prisión que la Marina acondicionó especialmente. Mucha gente se molestó por esto, decían que Guzmán merecía la muerte y que nuestros impuestos no debían gastarse en mantener a un asesino. Yo sí apoyé la cadena perpetua. Por un lado, Guzmán no merecía el descanso que da la muerte. Por otro lado, el Estado, que nos sirve y representa a todos los peruanos, siempre debe tener más grandeza y civilidad que el peor de nuestros compatriotas. 

–Pero ya murió, ¿no?

–Sí, antes de que tú nacieras. Justamente, durante un gobierno que tuvo algunos funcionarios que nunca fueron tajantes en criticar a Guzmán y a su partido. Eso causó reacciones legítimas, pero también otras reacciones delirantes. Hubo, incluso, quienes creyeron que el gobierno de entonces lo había ayudado a escapar para que pasara sus últimos días en una playa cubana. Al final, la gente se fue convenciendo. El monstruo ya estaba viejo y enfermo. Lo mejor fue que no se exhibiera el cuerpo y que tampoco fuera enterrado. Tú sabes que hay gente que va a rezarle a los huesos de los santos: habría sido malísimo que algunos fanáticos terminaran haciendo lo mismo con ese psicópata.

–¿Él mató a alguien que conocías? 

–El mejor amigo de tu tío Ronny murió despedazado aquí mismo. Javier trabajaba en ese hotel que ves allá. Mi pobre hermano tuvo que ir a la morgue a reconocer el pedazo de espalda que quedó de él. Recién cuando empezaron a haber muertos aquí en Miraflores, y no solo en los lugares pobres del Perú, nuestro entorno sintió la ansiedad que desde hacía mucho tiempo se vivía en lugares remotos. Hay cosas que tienen que ocurrir en Miraflores o en San Isidro para que se despierte la empatía a todo nivel. 

–Empatía…

–La capacidad de ponerse en el lugar del prójimo y entenderlo. Pero entre la clase afortunada y los más pobres del país, siempre hay una muralla que impide entendernos. Por eso, cuando tu mamá tenía tu edad, la llevé a un museo que explicaba esos años terribles con fotos, videos y testimonios. Allí pudimos apreciar la crueldad de los terroristas, los excesos que cometió el Estado, el aguante y el heroísmo que mostraron muchos peruanos en todo el país.

–¿Y a mí también me vas a llevar?

–Ese museo cerró hace unos años. Había personas que no podían tolerar la idea de que los políticos y militares de entonces cometieran errores y fueran responsables de la muerte de peruanos inocentes. Cerrarlo fue un hecho vergonzoso que demuestra que hay gente que solo quiere creer una versión facilona, cuando el mundo es mucho más complejo. Una pena. Para aprender de nuestros errores y no volver a caer en ellos, primero hay que reconocer que los cometimos. 

–Invítame un helado, entonces.

–Bandido. Eres igualito a tu madre.

18 comentarios

  1. Paul Naiza

    «Un pueblo que no conoce su historia estará condenado a repetirla».

  2. Paul Naiza

    «Un pueblo que no conoce su historia estará condenado a repetirla». Queda educar con la objetividad debida a las generaciones sucesoras.

  3. Luis Ricardo Temoche Silva

    Excelente artículo. Solo espero que no sea premonitorio en lo relacionado al cierre del LUM.

    • Jaime Cabrejos Bassalik

      ¡Excelente Gustavo¡ Muy buen resumen real de lo sucedido. Abrazo.

    • Gustavo Rodríguez

      Gracias, opinamos lo mismo.

  4. Leticia Pacheco Cuellar

    Bien explicado. Excelente. Lo compartiré con mis hijas, entenderan mejor.

  5. Gloria Dunkelberg

    ¡Buenísimo ! Se lo daré a m nieta de 13 años. Gracias

  6. Adolfo

    Muy bien escrito Gustavo, para usarlo constantemente.
    ¡Felicidades!

  7. Federico Alponte-Wilson

    Lectura obligada… ¡gracias!

  8. María Amelia Palacios

    Gracias Gustavo, ayudará a padres, madres, abuelos y a maestros también a explicar a sus hijos/as, nietos/as y estudiantes el horror desatado por este nefasto personaje de nuestra historia durante casi 20 años, agravado por la violencia de las fuerzas militares contra las mismas víctimas. Que no se repita!

  9. Alina Jara Yupanqui

    Aprecio mucho tu trabajo, Gustavo. Es un placer leer tus artículos. Felicitaciones.

  10. Excelente artículo querido Gustavo les hablo mucho de estos hechos a mis nietas, es deber de cada uno de nosotros hacerlo con hijos chicos o nietosmil gracias

  11. Charo Gomez de la Torre

    La historia debe ser contada en los colegios, no podemos permitir que nuestros hijos y nietos la ignoren. Lamentablemente no todos los padres conversan con sus hijos temas importantes para su educación y cultura.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Volver arriba