A meses de otro riesgo de infarto


El peligro de una locomotora de ultraderecha


Soy tan malo prediciendo cosas que muchas veces me encuentro imaginando las peores opciones y escenarios solo para que no sucedan. Ahora mismo, por ejemplo, pienso en Rafael López Aliaga convertido en alcalde de Lima. Y lo hago con todo el poder mental que me es posible para procurar el conjuro.

            Sé bien que estamos a ocho meses y medio de los comicios regionales, provinciales y distritales; que las emergencias nos impelen a relegar las urgencias; y que las cuestiones electorales criollas son lo más imprevisible que hay, pero, ante la inquietud que conlleva lo mostrado en la última encuesta de Ipsos y El Comercio  (que, básicamente, reafirma una tendencia) y el hecho de que mañana sábado 22 vence el plazo para que las agrupaciones políticas convoquen a elecciones internas, me parece oportuno ir dándole vueltas al asunto, concentrándome en el caso capitalino. 

            La encuesta nos muestra este panorama: quienes encabezan las preferencias de los limeños son López Aliaga (19%), Daniel Urresti (13%), George Forsyth (10%) y Ricardo Belmont (8%). Ay, mamita. Aunque en diferente grado y cantidad, se podrían decir varias cosas (varias cosas terribles) sobre estos señores, pero dejando de lado por ahora los personalismos quisiera enfocarme en dos fenómenos que valdría la pena tener en cuenta: la sorpresa y el arrastre.

            Recordemos qué pasó en las elecciones pasadas. Cuando estábamos más o menos en las mismas, Renzo Reggiardo lideraba la intención de voto con 17%, seguido de Humberto Lay con 13, Enrique Cornejo con 9, y recién entonces encontrábamos a Jorge Muñoz, con 7%. En los últimos meses de la campaña, sin embargo, el exalcalde de Miraflores se disparó y logró el triunfo con 36% de los votos (Reggiardo quedó tercero, con apenas 8%). Esto reconfirma que, en estos pagos, al que madruga no siempre lo ayuda Dios, como bien recordará Forsyth en su versión candidato presidencial.

            Si bien no gozaba del favor universal (en resumen, sus detractores lo tildaban de pituco), Muñoz sí parecía un tipo simpático, experimentado y chambeador, capaz de revertir los estropicios del malogrado Luis Castañeda. Este carisma y, acaso, una rala o pobre competencia distrital, le permitieron además convertirse en una locomotora electoral, capaz de arrastrar y colocar alcaldes en la cuarta parte de Lima. De esta manera, un partido moribundo como Acción Popular, al cual se había afiliado recién dos años atrás, logró una presencia ejecutiva que en otras circunstancias hubiera parecido lisérgica. Y no tengo cómo probar esto, pero sospecho que dicha ola alcanzó las elecciones congresales del 2020, lo que prolongó tan infausto efecto dominó hasta la proclamación de Manuel Merino como presidente. 

            Este fenómeno de remolque sí está más que demostrado. Mi preocupación, por lo tanto, no es solo que López Aliaga, Urresti o Belmont sean elegidos para gobernar Lima, sino que logren meter una cantidad importante de alcaldes consigo, lo que significaría, sobre todo en el caso de López Aliaga, la irradiación de una nefasta política de ultraderecha en la ciudad. ¿Qué hacer al respecto? La reelección no está permitida, pero ello no impide la continuidad de los proyectos a mediano y largo plazo, cuando existen y están bien encaminados. El cortoplacismo es una tara nacional. Por eso, los alcaldes que hoy lo vienen haciendo bien y creen que sus planteamientos están encaminados correctamente deberían desde ya dejar de lado los personalismos y comunicarse con los vecinos. Hablarles de sus logros, mostrarles sus cuentas claras y explicarles por qué creen que las cosas deberían persistir de ese modo. Y tendrían que hacerlo de una vez, antes de que los ruidos de la próxima campaña se lo impidan. Eso, además, lograría hacerle frente a cualquier marea negra.

            Respecto al factor sorpresa, todo parece indicar que lo que tenemos ahora como prospectos para Lima es lo que habrá en octubre. Parece casi imposible el surgimiento de un metaoutsider. Y no me cabe en la cabeza que López Aliaga sea quien gobierne la ciudad. Ni me cabe, ni quiero que me quepa. Me daría vergüenza. Lo mismo podría decir de Belmont o de Urresti, pero creo que el dueño de Renovación Popular me resulta un tipo más pernicioso por la sencilla razón de que, a diferencia de los otros —veleidosos, populistas y simplones—, se trata de alguien con una misión, uno que se cree ungido, que persigue un sueño ultraconservador y oscurantista aupado por una tendencia mundial (que, por suerte, parece comenzar a recular) y que goza de amplio respaldo en un sector de la ciudadanía que se quedó con sangre en el ojo tras las elecciones presidenciales pasadas. El pobrísimo desempeño del gobierno de Perú Libre solo tiene de bueno desinflar al acomodaticio Belmont, porque, por lo demás, le da fuelle a quienes, por oposición o rechazo, quieren remar a la derecha de la derecha. Lima nos parece linda, sobre todo en verano, pero puede ser clasista, discriminadora, abusiva y horrible.             Así como la encuesta muestra un desconcertante apoyo de los jóvenes a López Aliaga, también revela que, como es usual, los que aún no deciden son una grandísima mayoría. Y que los sectores más pobres no encuentran representación entre la oferta. Como van las cosas, debo suponer que mi mal menor sería George Forsyth, hoy en Somos Perú. Pero no lo quiero ni pensar mucho para no salarlo.

1 comentario

  1. Silvia RI

    Lo que también saca roncha es que algunos de esos, ven la Alcaldía de Lima, como premio consuelo por no haber llegado a la presidencia. Y ver a mi Lima, tu Lima, nuestra Lima, en manos de uno de estos, me provoca al menos unas lágrimas…
    Tendré q votar x Forsyth, pues su nterés político a futuro, lo obligará a chambear.

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